La dualidad egipcia radica en que el ejército ha defendido la dictadura por décadas por un lado, y en que hace unos días ha actuado en sintonía con el pueblo por el otro. Sin embargo, esta dualidad no resulta en golpes de estado por el pueblo, sino tan solo en articulaciones de intereses que los generales evocan para aprovechar que las demandas del pueblo contra Mursi y la hermandad musulmana están, esta vez, a su favor.
Las recientes acciones el ejército constituyen un acto populista, de oportunismo político, no de “golpe de Estado democrático”; aquel es un concepto que nos hemos inventado para entender la fase por la que pasa actualmente la revolución egipcia de acuerdo con nuestros propios marcos de referencia y experiencias.
Se debe llamar la atención que el 30 de junio de 2013 también comenzó otro episodio más de la lucha eterna entre los generales y los islamistas. Este enfrentamiento se trata de un canibalismo que tiene su origen en el estado colonial donde ambos actores nacieron como supuestos movimientos contestatarios “al dominio imperialista europeo”. Unos proclamaron lealtad a la nación y otros al Islam, diciendo que en esas ideologías el pueblo egipcio conseguiría la liberación tan anhelada de la intromisión de estructuras coloniales. Sin embargo, nacionalismo, panarabismo, islamismo y otros discursos poscoloniales, han demostrado su ineficacia y su espejismo en el proceso liberador, dando la explicación a la pregunta del por qué no hay líderes, ni ideologías, ni propagandas de este tipo en las revoluciones árabes. En otras palabras, es porque simplemente no han funcionado y por el contrario, han llegado a ser cómplices de la misma maquinaria de opresión que tiene a los egipcios en la pobreza y la indignación. El ejército siendo financiado por Estados Unidos y haciendo pactos con la elite gobernante de Israel, y los hermanos musulmanes siendo financiados por la elite política de Arabia Saudí.
Ahora mismo, entre el ejército y los islamistas hay muchos discursos ocultos. En términos de James Scott, esto es porque el discurso del pueblo se ha hecho público y se ha liberado o está en proceso de liberarse. Se han invertido los papeles porque ahora los militares y los islamistas tratan de actuar de acuerdo con lo establecido en la revolución, es decir, con las demandas de pan, justicia y dignidad, pero en realidad, ninguno de ellos ha sido parte de dicho movimiento. Debemos recordar que ninguno de ellos estuvo realmente en Tahrir, o estuvieron cautelosos, haciendo cálculos para ver a qué lado se movían. El ejército se debatía entre disparar o no a “la masa”, mientras la hermandad se debatía entre unirse o no a ella.
La intromisión del ejército en la caída de Mursi ha ido acompañada de otros hechos que también comienzan a desilusionar nuevamente a la calle egipcia. Entre ellos, por ejemplo, el hecho que el nuevo presidente interino, Adli Mansur, se haya otorgado amplios poderes el pasado 8 de julio, el hecho que los islamistas del partido An Nur quieran mantener artículos constitucionales de la era de Mursi, o algo muy delicado como que la violencia canibalista entre el ejército y los hermanos musulmanes lleve a la imposición de un nuevo estado de sitio bajo pretexto de la “amenaza islamista” que lleve entre medio a los activistas y ciudadanos egipcios.
En medio del canibalismo entre los hermanos musulmanes y el ejército, de que la gente tenga que lidiar con la “victimización de la hermandad” y el “heroísmo del ejército”, la revolución egipcia tiene el reto de enfrentarse a sí misma. Es decir, que la par del enfrentamiento entre partidos y otros actores que buscan el poder, la construcción de un sistema inclusivo, pluridiverso, en el que los principales objetivos de la revolución (pan, justicia, libertad y dignidad) sean alcanzados, la ciudadanía tiene que pensar más allá de las grandes avenidas y plazas públicas donde se reúne después del viernes del rezo, y llegar a la conciencia de la gente de los callejones las cofradías, las madrasas, y los hogares, donde también se tiene el reto de aprender, educar, movilizar y organizar el futuro. El día que el ejército trabaje para estas personas, entonces podríamos comenzar a hablar de democracia, y eso quien sabe, porque a lo mejor la gente ni siquiera democracia quiere, ellos piden justicia, pan y dignidad, otras personas en España piden "democracia real", es decir, se pide algo que no hay pero que si puede haber, esa utopía que lleva a los pueblos y a los ciudadanos a pedir lo que es pero no está.
Finalmente, se debe decir que el pueblo egipcio no permitirá que el ejército tome el timón del barco y que de ser necesario, volverá a salir a las calles. Este mes de ramadán es un mes de descanso y reflexión, en el que los musulmanes han dicho que el islam no es de los islamistas, la ley no es de la dictadura y la legitimidad no pertenece al e