Argo, la nueva película de Hollywood protagonizada por Ben Affleck y producida por Warner Bros. Pictures y GK Films, narra la historia de seis estadounidenses que, con ayuda de la embajada canadiense en Teherán, lograron salir de Irán en 1980 durante la llamada crisis de los rehenes.
Esta historia, que fue desclasificada por la presidencia de Clinton en 1997, de hecho no era tan secreta en la documentación anglosajona ya que, a penas los estadounidenses llegaron a Canadá procedentes de Teherán, su historia fue documentada por la cadena estadounidense PBS en 1980, la cual festejó su llegada a suelo canadiense mientras sus co-ciudadanos aún permanecían en Teherán.
La crisis de los rehenes se documenta de noviembre de 1979 a enero de 1981, cuando una serie de organizaciones que habían participado en la revolución iraní tomaron la embajada estadounidense y secuestraron a 60 ciudadanos para reclamar a Washington la deportación del Shah de Irán y juzgarlo por los nuevos tribunales revolucionarios.
Pero lo preocupante de este filme no es la historia en sí, sino la violencia del lenguaje simbólico que se usa para presentar al "otro" ante la opinión pública. El uso del neo orientalismo, de un discurso visual que presenta a una sociedad iraní totalmente caótica y violenta, no contextualiza el origen de esta crisis ni la situación por la que pasaba el país asiático en esos momentos, y solo se limita a presentar esta histórica como un hecho heroico y necesario para el narrador de la historia.
La película ciertamente muestra asombrosos detalles sobre la manera de operación de los Pasdaran en cuestiones de seguridad, pero a decir verdad, esos detalles corresponden más a la actualidad que a la época de 1979 que se intenta recrear. De hecho, en 1979, los Guardianes de la Revolución no eran más que un cuerpo novato que cimentó sus bases organizacionales gracias a la guerra con Iraq y no tanto a la misma revolución, y que no llegó a ser la sofisticada organización que es ahora sino hasta la década presente y en convenio con otras fuerzas importantes como los miembros de los antiguos servicios de inteligencia (adiestrados por la CIA) y los religiosos revolucionarios.
Sin embargo, en el filme no hay un sentido del tiempo en estos detalles, y ciertamente se presenta a Irán y a sus autoridades con un tinte de "ciencia ficción histórica" que no hace más que develar una imagen falsa, errónea y exagerada no solo de las mismas autoridades sino también de toda la sociedad iraní. Ejemplo de esto es la representación del Gan bazaar de Teherán, un lugar que escenifica un espacio de caos y violencia más que un lugar de intercambio económico y cultural.
La fotografía es increíble y la ambientación de la capital iraní fascinante. Pero la manera de narrar los episodios que humillaron a las autoridades estadounidenses en esos momentos es exagerada e icónica. No hay un momento particular en la película que muestre una posición de diálogo y negociación, y por el contrario, se muestra la clásica contradicción estadounidense en la que mientras se subestima al iraní y se confía en ganarle todas las partidas geopolíticas, al mismo tiempo no se le ataca frontalmente porque se teme a sus reacciones y se desconocen las dimensiones de sus estructuras reales de operación. Basta decir que al final de cuentas, la película ofrece una visión eficaz de la seguridad iraní en aeropuertos, calles, edificios gubernamentales y otras zonas regularmente difíciles de accesar por cualquiera que no pertenezca al gobierno.
La película es entretenida e intenta mostrar algunos detalles de la manera en que el espionaje suele moverse por Teherán. Muestra cómo los estadounidenses trataron de destruir los documentos de su embajada ante la llegada de las masas y cómo las autoridades en el Departamento de Estado planeaban nuevas formas de rescate a los rehenes, las cuales finalmente fracasaron por la pésima coordinación de sus fuerzas armadas que, en esos momentos, se encontraban saliendo del síndrome de Vietnam que golpeó sensibilidades profundas entre la sociedad estadounidense. Cabe señalar que gran parte de los documentos encontrados y reconstruidos por los iraníes en la embajada estadounidense, están disponibles online en una base de datos basiji de la Universidad Amir Kabir.
A pesar de que Estados Unidos e Irán no tienen relaciones diplomáticas directas desde este altercado, esta película es otra muestra de que las relaciones psicológicas entre uno y otro actor no se han roto y por el contrario siguen siendo el principal vehículo de conexión entre ambas naciones pese a las tensiones actuales. Lo lamentable, desde mi punto de vista, es que una vez más, sin la espina que recuerde la construcción del "árabe" después del 9/11/2001 y previo a la invasión de Iraq en 2003, la exportación de imágenes recreadas en la ficción, la confrontación y la satanización del "otro" llegan a las pantallas del público sin la más mínima consideración de toda una década de guerras e intervenciones extranjeras en Oriente Medio.
Entretenida, con ritmo, a la vieja usanza, también previsible y superficial, 'Argo' sin embargo es una prueba más del talento narrativo de Affleck. Un buen rato de cine, que es mucho, pero tampoco nada más. Saludos!!!!
ResponderEliminarSe ve muy interesante la nota en la cual se muestra la clásica contradicción estadounidense en la que mientras se subestima al iraní y se confía en ganarle todas las partidas geopolíticas, al mismo tiempo no se le ataca frontal mente porque se teme a sus reacciones y se desconocen las dimensiones de sus estructuras reales de operación.
ResponderEliminarVoy a darme la oportunidad de buscar la película, muchas gracias por la valiosa y magnifica información, saludos.