Siguiendo la estrategia de ampliar el horizonte de sus austeras fuerzas navales, Irán ha anunciado el despliegue de su flota número 22 en las aguas estratégicas del Puerto Digna, al norte de Sudán.
Esta maniobra militar que navega con el discurso de "llevar la paz a aquella región víctima de la piratería marítima", viene a complementar la serie de movimientos implementados en el Mar Rojo desde febrero de 2011 cuando Irán mandó fragatas y destroyers a Djibuti, el Golfo de Aden, y un par de barcos por el Canal de Suez bajo la entonces supervisión de las fuerzas militares egipcias, no sin antes haber parado en el Puerto de Yedda como un gesto de transparencia disuasiva con sus vecinos árabes del Golfo.
Pero ahora, la llegada de la marina iraní al Mar Rojo a través de los puertos de Sudán se ha anunciado tras el ataque israelí a una fábrica de armamento en una base militar en Jartoum, por lo que es muy probable que Irán esté buscando terreno fértil para maniobras y ejercicios asimétricos disuasivos en una zona poco explotada por Israel y aprovechada por Irán en los últimos dos años.
La zona del Mar Rojo comienza a ser una herramienta disuasiva que Irán quiere explotar tras la reconfiguración geopolítica que, hasta este momento, ha planteado la denominada primavera árabe.
Si bien la cooperación de Irán con Sudán data de más de una década atrás cuando ambas naciones firmaron cerca de 30 acuerdos comerciales para agilizar su relación económica, Sudán ha cofirmado su apoyo al programa nuclear iraní y mantiene su venta de uranio que comenzó en 2006, mientras el gobierno de Ahmadineyad sigue adelante con su compromiso de echar a andar un proyecto de tratamiento de agua potable en el Nilo sureño, principal preocupación estratégica de Sudán actualmente.
Y ciertamente los rumores sobre el bombardeo a la fábrica militar de Sudán hablan sobre un punto de fabricación de drones financiada por Irán, cuyas autoridades hoy en día se jactan de "tener en su poder fotografías de bases secretas israelíes obtenidas con base en aquella tecnología". Pero si bien el ataque ha acontecido de tal manera que no ha habido condena internacional alguna en tanto Israel no niega ni confirma dichos ataques, los iraníes se han limitado a señalar "la violación de la soberanía sudanesa" sin echar a andar una respuesta militar mínima, lo que demuestra que Teherán no quiere una guerra directamente en estos momentos y se reserva el hecho de aumentar su presencia disuasiva en la zona afectada como el más útil de los mecanismos de defensa hasta ahora.
Lo que es verdad es que la retórica y las herramientas disuasivas de ambas naciones han alcanzado Sudán y el Cuerno de África, una zonza geopolítica donde las bases estadounidenses e israelíes no tienen mucha presencia y, por el contrario, tienen pésimas experiencias con operaciones de "ayuda humanitaria" que han terminado en verdaderas catástrofes por el desconocimiento de la profunda crisis social de esa zona, tal como lo recuerdan los episodios de Somalia en 1993 cuando los marinos estadounidenses fueron recibidos con arma en mano por la población que, al atrapar a los miembros de la misión, arrastró a 13 soldados por las calles de Mogadiscio como muestra de repugnancia a la presencia extranjera en su territorio.
Las presencias militares iraní, estadounidense e israelí en la zona desequilibrarán aún más las fuerzas que han hecho de esta región un polvorín y un caldo de cultivo para operaciones asimétricas, lo que otorga una conclusión tajante que invita a decir que la crisis del Cuerno de África no es por la sequía sino por la intervención del oportunismo y el imperialismo extranjeros.
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