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martes, 23 de octubre de 2012

El dilema kuwaití


El pasado  21 de octubre de 2012  cerca de 100  000 personas (algunas fuentes citan 200 000) se dieron cita en diversas plazas nacionales de Kuwait para denunciar la decisión del Gobierno de modificar la ley electoral adoptada en 2006. La ley de 2006 divide el país en cinco circunscripciones, cada una de las cuales elige a 10 diputados y donde cada elector podía votar a un máximo de cuatro candidatos. La enmienda propuesta por el Gobierno quiere reducir a uno o dos el número de candidatos que puede elegir cada persona. Según los activistas, el objetivo del ejecutivo es que el Parlamento electo sea apenas una caja de resonancia del poder, según el gobierno esto fortalece la unidad nacional.

Este conflicto parece ser una mezcla de fiebre contagiada por la primavera árabe y una lucha interna por el poder  para dirigir la política petrolera de este estado del Golfo. Se trata por mucho de las mayores protestas sociales en la historia de Kuwait que no solo ha reunido a la sociedad en general sino también a los parlamentarios de oposición al gobierno y a los trabajadores temporales del país que no tienen ciudadanía ni ningún tipo de seguridad social por su trabajo a pesar de que, en muchos casos, llevan trabajando varios años en la industria petrolera.

Pero a diferencia de otros escenarios de la región,  las protestas de Kuwait no buscan derrocar al régimen sino están en la búsqueda de una reforma estructural que otorgue espacio a políticas alternas a aquellas dependientes del petróleo, esto con el fin de atender la curva de desempleo que comienza a aparecer entre los jóvenes del país quienes no quieren atender los trabajos que realiza la población migratoria.

No obstante lo anterior, parece que las demandas de los parlamentarios de oposición (en su mayoría islamista) y las demandas del pueblo kuwaití no son las mismas pese a haber compartido las plazas durante los días pasados. De hecho, las fuerzas de la oposición que se manifiestan contra la nueva ley electoral lo hacen porque el sistema propuesto de un “voto por un candidato” da al traste con el sistema de privilegios que ellos y algunas tribus que han sido cómplices del gobierno y la oposición han tenido históricamente. Hoy a oposición y sus aliados temen por sus intereses. En otras palabras, el sistema “un voto-un ciudadano” permite la representación de los grupos marginados hoy en día en el poder los cuales pueden ser controlados de manera más eficiente por un “parlamento obediente”, el precio que se tiene que pagar es que algunos parlamentarios de oposición tienen que irse.

La crisis comenzó con los episodios que experimentó el Parlamento kuwaití en 2009 cuando fue disuelto por el gobierno central para llamar a nuevas elecciones legislativas. Tras dicha disolución, el nuevo Parlamento fue ganado por las mismas fuerzas de oposición que encabezaban las críticas al gobierno de la familia Sabah, quien disolvió de nuevo a dicho órgano y puso en su lugar al Parlamento original, el cual recientemente, y bajo la ola de las protestas anunciadas anteriormente, se ha sido disuelto una vez más.


Dicho panorama ha dejado a Kuwait en un dilema ya que la oposición ha dicho fuerte y claro que hará todo lo que esté en sus manos para boicotear las elecciones parlamentarias a menos que el gobierno dé marcha atrás a su nueva ley electoral. Así, los posibles escenarios que se vislumbran  en aquella petrocracia invitan a pensar en 1) una próximas elecciones parlamentarias llenas de agitación política y social, o bien, 2) en un retiro de la enmienda que logre calmar los ánimos de la oposición para mantener sus privilegios. En ambos escenarios, el gobierno central sale debilitado y vulnerable a la injerencia de otros factores y maniobras de  actores políticos internos, regionales y extra regionales. 


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