Memoria
histórica y “la pasdaranización” de la República Islámica de Irán
Dr. Moisés Garduño García*
*Profesor de la FCPyS de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Texto de la ponencia presentada vía skype durante el Congreso Anual de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales celebrado en la Universidad De Las Américas de Puebla, México. 13 de Octubre de 2012
Palabras
clave
rūḥānīȳāt,
memoria histórica, teoría de la liberación islámica, militarismo
Introducción
La
República Islámica de Irán es considerada como uno de los principales actores
en Oriente Medio no sólo por sus grandes recursos energéticos, políticos y demográficos sino también por su potencial
geopolítico y ubicación estratégica junto al Estrecho de Hormuz. Esto tiene un efecto
significativo si pensamos que Irán ha sido el único Estado que ha puesto
seriamente en jaque el balance de poder generado por Estados Unidos en la zona
del Golfo Pérsico, lo cual ha alertado a sus vecinos árabes y a otros países
aliados a Washington tal como es el caso de Israel.
Este Estado iraní, uno de los pocos
Estados rentistas pese a la actual crisis económica mundial, ha tenido cambios
trascendentales desde su revolución en 1979 pues no solo ha dejado de ser (si
alguna vez lo fue) un Estado Islámico, sino que ahora se dirige hacia una cada
vez más acelerada configuración militarista en su interior a causa de las
políticas de algunos líderes que acumularon un poder incalculable tras las
reformas que experimentaría su constitución en 1989, y también a causa de su
principal interlocutor en el mundo contemporáneo, el militarismo
estadounidense.
Estos cambios le han venido bien a
una mínima élite dentro de Irán que se trata de los Guardianes de la Revolución
o Pāsdārān. Un grupo novato tras la victoria revolucionaria de 1979 que forjó
sus estructuras en la guerra de los ochenta con Iraq, y que hoy en día es una
de las instituciones más fuertes e influyentes del Estado gracias al poder de
sus veteranos de guerra.
Para
analizar cómo ha sido posible que esta élite haya acumulado el poder del que
hoy hablamos, tendremos que hablar un poco de la historia iraní, ya que no hay
mejor manera de hablar sobre Irán que haciéndolo un poco a su estilo, es decir,
al remonte histórico de los hitos que han causado movimientos y re estructuras
sociales a través del tiempo, ya que si algún pueblo tiene memoria histórica
suficiente para hablarnos de su presente, sin duda este es el pueblo iraní.
Memoria
histórica para entender el Irán de hoy
Efectivamente
hay raíces profundas. Los
iraníes tienen demasiada memoria histórica, algo de lo que carecen muchos
estadounidenses y uno que otro mexicano. Hoy en día se construye un escenario
contra Irán con el mismo vocabulario con el que se construyó contra Iraq hace
casi una década. Son alrededor de 25 palabras: terrorismo, armas, al Qa´ida,
palabras que fueron escuchadas por primera vez en este siglo en el año 2001 en Afganistán,
regurgitadas en Iraq en el 2003, y acomodadas en diferente orden ahora en Irán.
Pero hoy nadie nos dice, “escuchen¡ son las mismas palabras…¡¡¡ se está usted
repitiendo?¡¡ Y salvo dos o tres palabras nuevas como “mullah”, “Irán” o “programa
nuclear”, toda la semiótica en los medios de comunicación es exactamente la
misma.
Nosotros,
claro está, tenemos el derecho de pensar lo que está pasando, pero sin duda
necesitamos un punto de partida. ¿Dónde comenzar? Los iraníes, como sociedad, no perdonan el
golpe de Estado de 1953 contra Mosadeq. Cada vez que se escribe sobre Irán,
dice Hamid Dabashi, cuando se llega al apartado histórico de 1953 la pluma escribe por sí sola. Aún no se puede superar esto entre los iraníes.
La
historia es parte de los iraníes y ellos a través del tiempo han estado
acostumbrados a escribir su historia. Se habla de una batalla de hace siglos
como si hubiese sido ayer. Y en Estados Unidos no pasa esto. Para escribir algo actual sobre Medio Oriente
en Estados Unidos, dice Chomsky, y ustedes lo constatan a diario, tienes que
remontarte al 9/11 y ver caer las torres gemelas un par de veces (aunque ahora
en Estados Unidos está prohibido pasar las escenas del derrumbe en televisión,
en Internet hay tres o cuatro ángulos diferentes) . Y es que en Estados Unidos
la memoria histórica es algo que se acorta cada vez más. Incluso, en Estados
Unidos hay una noción del “Fin de la Historia” de Fukuyama. Chomsky, nuevamente
lo dice, “en Estados Unidos, la historia se hace constantemente porque tienes
que generar historia para que ocupe el lugar de la historia que ha sido borrada”.
Claro,
tienes que escribir mil líneas diarias sobre Siria y los dictadores, sobre las
caricaturas del Profeta Muḥammad, sobre la película ésta de trece minutos que
casi nadie ha visto por completo, sobre China, el Euro, la crisis, crisis,
crisis y más crisis, para olvidar la parte mala de la historia de tu historia.
Pero es
en la memoria histórica iraní donde está precisamente la clave para explicar su
presente como sociedad. Uno no puede
retroceder automáticamente al 9/11 y comenzar desde ahí, y tampoco debe ir
hasta el golpe de la CIA de 1953 e iniciar desde ese parte aguas. Podemos, como
punto de partida que propongo en esta ponencia, partir del inicio de la teoría
de liberación islámica que comienza con postulantes como Jamal Al din Al Afgani
y que termina hasta la victoria del activismo político del Ȃȳatollah Jomeȳnī en
1979. Para mí, hay un antes y un después de esto.
Cuando
ocurrió la revolución Islámica en Irán, los Estados Unidos y Europa estaban descontentos.
El atractivo de 1979 era extraordinario. Para la gente del Norte de África, en
Irán había gente derribando al ejército más fuerte de la región. La gente
estaba muy atenta porque era la primera vez que un movimiento de estas
características triunfaba sobre las fuerzas que dominaban al mundo.
Por
tal motivo, Estados Unidos y la misma Europa crearon dos barreras para aislar a
la revolución y evitar así su expansión (un poco lo que ocurrió con la intervención
de los países occidentales y algunos estados árabes del Golfo en las actuales
revoluciones árabes para evitar su “contagio” en países “más sensibles”), aunque,
en esta época, era muy difícil entrar a Irán con una fuerza multinacional ya
que lo que apremiaba era la Guerra Fría y la expansión del comunismo. Así, por un lado, armaron a Ṣadam Ḥusseȳn en
Iraq, y por el otro, a un grupo de “luchadores por la libertad” que llamaron
Muyahidin (y que después serían conocidos como los talibanes “terroristas que
tapan a sus mujeres de pies a cabeza”) en Afganistán.
Entre
1980 y 1988 ambos frentes llevaron a cabo una política de contención y crearon
un choque en el oeste y el este de Irán para desgastar la energía
revolucionaria y evitar que se expandiera su ideología, la moldeada por Jomeȳnī,
es decir, el Islam como teología de liberación contra el colonialismo y el
imperialismo Occidental con ciertos tintes de populismo que le iban bien a una
sociedad que buscaba un cambio y que estaba acostumbrada a ser guiada por
líderes. Ambos actores tuvieron éxito, contuvieron la revolución más allá de
Irán pero el Estado que permaneció con la ideología revolucionaria se
fortaleció al cohesionar a su gente contra la intervención extranjera.
Todo
esto pasó en los años ochenta. Justo cuando Estados Unidos comenzaba a salir
del síndrome de Vietnam, un trauma que causó que Washington tuviera cuidado en
emprender una operación militar en el mundo ya que había fallado en la selva
asiática vietnamita y había hecho un penoso papel en la misión de rescate de
los rehenes en Irán en 1981 cuando su personal de la hoy extinta embajada
estadounidense en Teherán estuvo bajo secuestro por algunos miembros anti
imperialistas durante 444 días sin podr hacer absolutamente nada. En pocas
palabras, en Estados Unidos había un enorme temor de hacer operaciones
militares directamente, por lo que, cuando Regan llegó al poder en 1980, se
trató de salir de dicha crisis, del Síndrome de Vietnam, utilizando terceros
gobiernos para las operaciones militares fuera del territorio. Esa fue precisamente
la época de “los contra” en Nicaragua y el apoyo a dictaduras en toda
Centroamérica donde Estados Unidos mostró su musculatura militar para salir eventualmente
de dicha crisis selvática que engendró su experiencia en Vietnam.
Así,
en vez de regresar inmediatamente al 9/11, de acuerdo con Hamid Dabashi, se tiene que retroceder hasta 1980 y
pensar en la humillación que sufrieron los estadounidenses en Irán después de
haber apoyado durante muchos años una dictadura de carácter militar, y entender
el contexto de esas acciones.
También
debemos de pensar que con Jomeȳnī dejó
de haber una teoría de liberación islámica, es decir, donde el Islam como
ideología, tenía un programa político, económico y social, y donde los
movimientos revolucionarios con esta ideología tenían en sus fundamentos un
componente de violencia, como todo movimiento guerrillero armado de la época.
Pero
hoy, hoy cuando decimos “islamismo”
parece haber una tendencia para juntarlo todo para que el mundo tiemble. Para
hablar mal del Islam y que el mundo tiemble. Para que las revoluciones árabes
se empapen de religión y de radicalismo “islámico” y todo tiemble, y por ende,
caiga. Autores como Bernard Lewis,
Cappel, Olivier Roi, Huntington, y otros, juntan todo esto junto con nombres
como Osama Bin Laden, Al Qa´ida, Zarkawi, Ḥosseȳn y otros que no tienen nada
que ver con la teoría de liberación islámica y tienen que ver más,
paradójicamente, con los mismos Estados Unidos.
La
violencia de estos últimos nombres (no
de Huntington sino de Laden, Zarkawi, etc) es icónica, no tiene sentido, es bárbara,
inútil, como la violencia del Ku Kux Klan en Estados Unidos, y no tiene nada
que ver con la violencia de un proyecto revolucionario que está inscrito en las
teorías y pensamiento de Fannon, Guevara, Marx, Shari‘ati u otros donde hay un
componente de violencia en los movimientos revolucionarios por una causa justa.
El término “terrorismo” ha sido el concepto más
violentado de toda la historia contemporánea. Cada quien habla de terrorismo
como le place y como le conviene. Ese es el tipo de violencia epistemológica que
ha alimentado también las guerras (y las respuestas a esas guerras) en Iraq y
Afganistán, cuando sus líderes regresaron como Frankestein para atacar a su
creador e Iraq desafió a Estados Unidos invadiendo
Kuwait con las mismas armas y municiones otorgadas por Washington, y Osama bin
Laden, atacando por primera vez el WTC de Nueva York en 1993 con personas
entrenadas justamente en Afganistán. Después de esto, claro está, vino el 2001
y ahora sí, llegamos al 9/11.
Hoy
en día, estamos ya en un nuevo cambio epistemológico. La forma en la que el
Islam ha actuado en los últimos 1400 años ha sido la de ponerse delante de un
interlocutor: cuando se puso enfrente de los griegos, surgiría la filosofía
islámica; con el budismo, surgió el misticismo; cuando se juntó con el judaísmo,
surgió la teología islámica; es decir, siempre hay y ha habido un interlocutor,
y fue hasta el siglo XX que el Islam se enfrentó al colonialismo europeo y el
imperialismo estadounidense, surgiendo así este Islam violento que surge nada
más ni nada menos que de la confrontación con Occidente, puesto que a muchos se
les olvida que Estados Unidos también tiene una larga historia imperialista de
200 años que se alimentó de una guerra contra México, España, Cuba, y cuya
visión contemporánea de esa tendencia es alimentada por gente como Fukuyama y
Huntington, a quienes Dabashi llama, “los arquitectos de una n@ción neo
conservadora”.
Por
eso es importante leer los autores que el Dr. Orozco de la Facultad de Ciencias
políticas de la UNAM, recomienda, Johnson,
Richard Rorty, Erich Falner, autores que están de luto por la República, por
la muerte de la verdadera República de Estados Unidos. Gente que es tan crítica
del imperialismo como cualquier otro en nuestras clases. Hoy en día, autores
estadounidenses que critican esta posición mesiánica de Washington como Juan R.
Cole, Noam Chomsky, James Petras, esta izquierda intelectual estadounidense, es
vista como “un mal necesario” y un exponente de la “pluralidad de ideas” que permite
“la democracia americana” por esos mismos actores mesiánicos que creen que
Estados Unidos debe dominar al mundo.
Por
eso es que, ante estas mentes de izquierda y de derecha, de centro, norte,
oriente y sur, es injusto decir que todo lo que hay en Estados Unidos es idéntico,
pero también es verdad que muy pocas personas guardan ese tesoro tan preciado y
tan necesario para las sociedades que es la memoria histórica o, por el
contrario, la guardan para su propio beneficio.
La “pasdaranizacion” de la República Islámica
Ciertamente la influencia de la teoría de la liberación
islámica terminó con Jomeȳnī y se ha entrado en un nuevo periodo, de una
violencia icónica, de una violencia sin proyecto social y que está al servicio
de las elites poderosas que gobiernan cada uno de los Estados donde vivimos.
Guerras
creadas por la colusión de intereses de los medios y sus corporaciones. Se
trata de una mutación de las ideas que ha sido esclavizada a los interesados en
mantener a las sociedades separadas y divididas para aprovecharse de sus
recursos, una estrategia comandada en mayor medida por elites militares y de
poder.
Irán
no ha sido la excepción. Tras la muerte de Jomeȳnī, la
élite revolucionaria iraní que hizo frente a los monstruos de Occidente se
convirtió en un monstruo de poder en sí mismo. Jomeȳnī había
advertido en su "Testamento Político y divino", de los peligros de
dar poder político a una elite militar dominante, invitándole a los nuevos
gobernantes de la nación a mantenerle alejada de la política para preservar el
orden y los objetivos de la revolución. Sin embargo, lo contrario ocurrió desde
entonces.
‘ Alī Jamenehēī asumió el cargo del Jomeȳnī con muchas
críticas por parte del establisment religioso tradicional. De hecho él no
era un Marya‘ (aquel grado de sabiduría reconocida por los creyentes de la
comunidad) y ya para 1994 había encarcelado a sus primeros críticos tales como Moḥammad
Shirāzī.
La labor de ‘Alī Jamenehēī como Líder Supremo tuvo
efectos inmediatos en la administración del gobierno de la República Islámica.
Ya no era ni superficialmente islámica sino una mezcla del pasado y el
autoritarismo del presente. Al momento
de tomar el poder, Jamenehēī llegó en calidad de ex Presidente de la República
Islámica (un cargo designado para un civil y no para un religioso), con cincuenta
años de edad, y con un amplio bagaje en el rubro militar. Evidentemente, Jamenehēī
había llegado a ser un Líder Supremo joven, lo cual le permitiría tener un
tiempo considerable para acumular poder en sí mismo, tejer una vasta red de
simpatizantes fieles a su persona y una serie de alianzas que constituirían su
base social que le ayudaría a consolidarse como el hombre más poderoso del país
en poco menos de una década bajo la excusa de hacer frente no solo al
imperialismo estadounidense sino también al espionaje sionista.
Sin embargo, sus redes, su gente, no pertenecía a la base
popular que apoyó a Jomeȳnī durante la revolución sino a las mismas fuerzas
armadas y de inteligencia que pasarían a ser los grandes veteranos de la guerra
con Iraq, y quienes comenzarían a tener un gran poder económico dentro del
país. Como con sus interlocutores extranjeros, los Pāsdārān se erigieron como
amos y dueños de cada una de las estructuras del país, invitados al gobierno por
el mismo Jamenehēī a cambio de asegurar la estabilidad política del país
mientras él estaba en el cargo.
Posiciones políticas en el Parlamento, la Presidencia, el
Poder Judicial, las agencias policiales, la élite religiosa del Estado, los
líderes de la oración del viernes, gran parte de los medios de comunicación,
fundaciones, organizaciones no gubernamentales, entre otras instituciones,
fueron ocupadas por miembros veteranos de los Guardianes de la Revolución
Jamenhēī
comenzaría a marginar a la primera generación de políticos revolucionarios,
entre ellos Rafsanyānī, el ex presidente Moḥammed Jātamī, y el ex Primer Ministro
Mīr Ḥosseȳn Mūsavī, al tiempo que comenzaría a graduar a una nueva generación
de personalidades que agradecerían solo a él sus credenciales políticas.
Ejemplo de esto ha sido cómo la Oficina del Líder Supremo se ha rodeado de ex
comandantes de alto rango de los Pāsdārān y religiosos de medio rango que
pertenecen al Ministerio de Inteligencia tales como Ḥoyatoleslam Moḥammad Moḥammadī
Ĝolpayeĝānī o ‘Alī Ashĝar Mīr Heyazī[1].
Como consecuencia de esta transformación política, la
teoría de liberación islámica desapareció y solo se encuentra en papel
archivado y en palabras que se lleva el viento. Una revisión de
los antecedentes sociales de los parlamentarios iraníes desde 1979 pone de
manifiesto que del personal en el congreso que tiene una carrera militar
(alrededor del 20%,) no es veterano de guerra del ejército regular, el
Artesh, sino que pertenece a los Pāsdārān o bien, a veteranos denominados
“anfibios” (duzistī), esto es, veteranos de los Pāsdārān que comenzaron una
carrera religiosa en seminarios especiales de la República Islámica (por
ejemplo, en la Universidad de Shahīd Mahalātī en Qom) donde recibieron
adoctrinamiento ideológico y político específico para obtener un potencial
Grado de Marya‘ siguiendo al Líder Supremo como fuente de emulación.
En
la última década, el número de veteranos Pāsdārān y miembros anfibios en el
gobierno aumentó en algunas oficinas gubernamentales en Irán tal como lo
muestran datos del Consejo de Conveniencia que alberga aproximadamente el 20%,
la Asamblea de Expertos con un 6%, el Mayles con el 19%, el Gabinete
Presidencial con un 66%, entre otros[2].
Mientras
hasta 1989 el poder estaba concentrado en manos de civiles y Jomeȳnī estuvo en
contra de dar un poder político a los militares en el sistema de gobierno, con
Jamenehēī, sin embargo, los Guardianes de la Revolución han tenido la
oportunidad no solo de ganar terreno en las estructuras del gobierno sino
también de hacerse de cargos con los que se han apoderado de al menos un tercio
de la economía del país.
Entre los argumentos que corroboran lo
anterior, se puede citar las preferencias políticas que los Pāsdārān tienen
sobre el Ejército regular y otras instituciones y empresas en el manejo de
algunos recursos de poder. A pesar de que el Artesh ahora es numéricamente
mayor que los Pāsdārān (350 000 frente a 130 000)[3],
según el año fiscal iraní de 1390 (marzo 2010-marzo 2011), el presupuesto de
defensa nacional asignó 4.9 billones de dólares al Artesh
mientras asignaba 5.8 billones de dólares a los Pāsdārān.
Aparte
de esto, los Pāsdārān tienen acceso directo a la reservas del país (cuestión
prohibida para el ejército regular) y entre 2009 y 2011 han generado negocios
multimillonarios gracias al trabajo de su principal compañía de construcción, Jatam
al- ´anbiȳā´, compañía que recibió unos 25 mil millones de dólares en contratos
para inspección, extracción y distribución de petróleo y gas de Irán, mientras
que el Artesh no puede disfrutar de dicha generosidad. Además, los Pāsdārān
también se dedican a otras actividades económicas, legales e ilegales, que han
hecho de ellos uno de los actores más importantes en la bolsa de valores de
Teherán y la bolsa de petróleo de Kish, mientras las actividades económicas del
Artesh, por el contrario, parecen limitarse a las cadenas de algunas tiendas
productos industriales. Por último, los Pāsdārān controlan el negocio de
las telecomunicaciones, el control de los servicios de teléfono, telefonía
móvil, Internet, TV y estaciones de radio, alegando razones de seguridad,
actividades en las que el Artesh, pese a su peso como actor encargado de la
soberanía nacional, no está involucrado.
El aumento de los Pāsdārān en los
sectores antes mencionados sugieren que Irán se está convirtiendo en un Estado seudo
pretoriano no sólo por el control que tienen sobre la mayor parte de los
recursos importantes y sectores estratégicos del Estado, sino también por la
falta de transparencia en la rendición de cuentas y la existencia
de instituciones civiles sumamente débiles.
Irán tampoco es una teocracia. Nunca
lo ha sido. Ni siquiera Jomeȳnī intentó instaurar un término de dicha
envergadura. Irán, si bien se despojó de sus colonizadores por medio del Islam
como ideología, nunca se refirió a un
Estado gobernado por las leyes de Dios. Aunque Irán tiene escrito en su
constitución que sus leyes devienen del Corán y la ley islámica, el actual
Estado iraní no puede aceptar que la elite tradicional de doctores de la ley
(rūhānīȳāt) no trabaja directamente en la elaboración de las leyes promulgadas
por la República Islámica ya que consideran un Estado islámico totalmente
ilegítimo sin la presencia del Imam Oculto En otras palabras, las leyes
aplicables en Irán no provienen de la autorización o la legitimidad de la rūhānīȳāt
sino de la institución más laica y secular del país llamada Parlamento que,
irónicamente, está formada por juristas bien formados a través de muchos años
en las mejores universidades occidentales.
En este sentido, el hecho más
interesante es saber que lo que hace diferente a un jurista de la República
Islámica de Irán de un jurista de la rūhānīȳāt no es el nivel de conocimiento
de la ley islámica sino, como una figura religiosa, de la capacidad para
romper la ley islámica en caso de existir un conflicto entre los principios de la
religión y el interés de Estado.
Y como es sabido, la última palabra
sobre desavenencias jurídicas en Irán es la del actual Líder Supremo, quien hasta
ahora ha trabajado para el interés de los Pāsdārān mientras estos militares han
trabajado para mantener su sistema de seguridad y, por ende, sus privilegios. Cabe
también señalar también que, pese a las confusiones que esto pueda causar a la
redacción de este escrito, el Líder Supremo no sólo representa la cara de la
República Islámica como una autoridad religiosa, sino también, aún más
importante, se trata del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas iraníes, lo que
deja expuesto que, sin duda, Jamenehēī
ha sabido usar el poder que ha logrado cosechar más político que como líder
espiritual.
Comentarios
finales
Teniendo
en cuenta la necesidad de salvaguardar sus intereses, como cualquier actor
racional, los Pāsdārān han hecho todo lo posible para defender el actual
sistema político iraní al presentar sus propias preocupaciones como una amenaza
directa a la seguridad nacional de Irán. Y recuperando constantemente la
memoria histórica del iraní, la manipulan a su favor manteniendo un discurso
anti occidental cuando se comportan al interior de su país como ellos.
En el contexto actual, y de acuerdo
con el discurso oficial, el primer tipo de amenazas a la seguridad nacional de
Irán está representado por "los líderes de la sedición", esto es, los
dirigentes del Movimiento reformista y el Movimiento Verde llamada (yanbesh
sabzī), que en los primeros días después de las movilizaciones de junio de 2009
se conectaron de inmediato a las organizaciones terroristas como Mojahedin-e
Khalq, por supuesto sin argumentos. La intervención de los Pāsdārān, los
miembros del Basīyī, las policías secretas y otros cuerpos de seguridad contra
los manifestantes fue brutal y causó numerosos heridos y víctimas en las calles
de Teherán.
¿Cómo puede encontrarse la sociedad
iraní actual, los hijos de la generación que hizo posible el triunfo de la
teoría de la liberación islámica, ante el embate imperialista de Estados Unidos
por un lado, y la brutal represión de su actual gobierno que pisotea y merma su
memoria histórica por el otro, cuando ambos actores les dicen que es para
liberarlos de la opresión?
Cualquier tipo de manifestación de
masas, de protesta social, o de intento de establecer una reforma política ha
sido presentada por el gobierno como una amenaza directa a la "estabilidad
política nacional", sólo por el simple hecho de que se trata de retos en
las políticas fundamentales para defender el país contra presuntos los
ataques de los enemigos externos. Por otro lado, Estados Unidos desea
fervientemente un “cambio de régimen” en aras de la verdadera democracia en
Irán. La gente, los intelectuales, la memoria histórica, no le cree a ninguno
de estos dos actores.
Finalmente, cabe señalar que habrá
sucesos importantes que marcarán cambios dentro de Irán y que éstos estarán acompañados
de cambios en la historia mundial. Nadie, de hecho muy pocos, desean que sea la
guerra entre las élites estadounidenses y las iraníes la que provoque estos
cambios. La sucesión del Líder Supremo, vista en el horizonte del fin que
otorga vivir, puede ser una oportunidad para impulsar cambios estructurales que
permitan a la sociedad iraní vivir sin opresión. Aunque el papel que desempeñen
los Pāsdārān en dicha sucesión vuelve a ser un reto y un peligro a la
democracia real tan anhelada por los iraníes y por muchos otros pueblos en el
mundo.
Lo único que queda por comentar por
ahora es que realmente la sociedad iraní, dentro y fuera de su país, espera que
los Pāsdārān no pisoteen la memoria histórica como el discurso belicista
estadounidense ha pisoteado la de su pueblo. En Irán se les reconoce su papel
en la guerra con Iraq de los ochenta y su labor de defensa y de martirio a
favor del pueblo, pero ese reconocimiento debe ser el justo precio a pagar por
su labor en la historia y no el futuro de millones de ciudadanos que esperan de
su país un mejor futuro, mejor distribución de la riqueza y no retóricas
belicistas que pueden llevar a la crisis social, psicológica y económica como a
la que Estados Unidos ha llevado al 99% su pueblo, según afirman sus
activistas.
[1] Además, hay
varios hoyatoleslams en otros puestos
políticos tales como Sedighi Qāżem, uno de los
cuatro líderes de la oración del viernes en Teherán; Taeb Ḥossein, subjefe de operaciones
de inteligencia de la Guardia Revolucionaria y ex comandante de la milicia Basīyī; Haydar Moslehi, actual Ministro de Inteligencia que
fue despedido por el actual Presidente Mahmūd
Aḥmadī Neŷad pero que fue restituido por el Líder Supremo;
‘Alī Saidi Shahrūdi,
representante de Jamenehēī ante los
Guardianes de la Revolución y potencial candidato a la presidencia para las
elecciones de 2013; Meṣbā Yazdī, miembro de la
Asamblea de Expertos de corriente radical; Ĝolam-Ḥosseȳn Mohseni Ejehei, el Fiscal General y Ministro de
Inteligencia anterior. Entre los miembros que no pertenecen al establishment
religioso se pueden mencionar al Mayor General de las fuerzas asimétricas Ḥassan Firūz Abadi; Moḥammad Heyazī,
ex comandante de la milicia Basīyī, ‘Alī Lariyani, y ‘Ali
Akbar Velayati, ex canciller y actual asesor de alto nivel para Jamenehēī.
[2] BOROUJERDI, Mehrzad, Shadjapur
Karim, Khalliji, Mehdi & Alfoneh Ali,(2012): “The Battle for Power in Iran”, Carnie
Endowment for International Peace, 24 de Febrero de 2012. Disponible en http://carnegieendowment.org/2012/02/24/battle-for-power-in-iran,
consultado el 20 de septiembre de 2012.
[3] International Institute for
Strategic Studies. The Military Balance 2012, IISS, London, Routledge,
2012.
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