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lunes, 5 de marzo de 2012

Pasdaran e Israel -vs- Obama y reformistas

La sociedad iraní se encuentra atrapada por las decisiones de sus políticos más conservadores desde el inicio de la República Islámica en 1979. El acercamiento con Estados Unidos ha sido más frecuente en estos últimos años pero no ha sido conducido por los hombres idóneos para llegar a negociaciones claras en los temas más preocupantes para ambas naciones.
Israel por su parte ha hecho de todo. Ataques cibernéticos, asesinatos selectivos, retórica, sanciones económicas, y presión a Estados Unidos.. y a Irán. El régimen iraní, ha dicho varias veces, incluso mediante una fatwa,, que no persigue una bomba nuclear, y que de hecho esa opción es "anti islámica", pero con el primer explosivo que llegase a caer en Irán, los Pasdarán y el líder supremo (que ojo acaban de hacerse del control  parlamentario del país para efectos de cualquier ley) tendrían las herramientas necesarias para justificar la elaboración de un artefacto nuclear aclamando a la defensa de la revolución. En otras palabras, si bien doctrinalmente la bomba es prohibida en Irán, perfectamente puede dejar de serlo en el momento político y estratégico que más convenga. No se trata de un ejercicio de ideología religiosa sino de cálculo de poder. La pregunta es si Irán realmente quiere convertirse en un Estado al estilo Pakistán con una élite militar que controle cada sector y movimiento de la sociedad, o uno que rescate los ideales del buen entendimiento con Occidente y entable pistas de negociación sobre el tema nuclear y muchos otros en la región (de ahí la ruptura interna en el gobierno conservador iraní entre Ahmadineyad y Jamenei y el repudio del sector reformista a un pensamiento de esa magnitud). Así, aunque parezca paradójico, Israel pugna más por un Irán militarizado, tal vez nuclear, represor de su pueblo que le permita justificar su accionar paranoico que ha sembrado en el ambiente social interno, al grado tal de que en Israel se viva hoy en día no solo como si la guerra fuera a ser mañana sino como si ya se estuviese en ella.

La muestra de todo esto es que los gobiernos de los llamados reformistas en Irán, quienes han sido los protagonistas de los acercamientos más espectaculares jamás vistos en su historia con los Estados Unidos, hoy en día también se encuentran cooptados por los "hombres de hierro" que sea dicho de paso, tienen más en común con los cuarteles y los militares que ellos mismos crearon, que con la tradición de la shía iraní que dicen representar.


Afortunadamente, después del encuentro entre B. Netanyahu y B. Obama el día de ayer, los israelíes no escucharon todo lo que querían del Presidente Obama. Y no nos referimos con esto a nada relacionado con la situación palestina (que por cierto sufrió de una ausencia imperdonable) sino al apoyo retórico y material de un ataque contra Irán. 

Estados Unidos ha mantenido una posición en la que establece que si bien no quiere una bomba nuclear para Irán tampoco aspira a una guerra en su contra y por otro lado lo que se busca es un entendimiento diplomático que ayude a contener una balanza de poder, la cual ha sido la tendencia vista en todas las administraciones pasadas. 


Muchos analistas atinamos al pensar que las invasiones a Iraq y a Afganistán habían resultado en el inevitable fortalecimiento de Irán como actor regional que había sido causa de "una falta de cálculo estadounidense, sin embargo  en esos momentos no pensamos que el derrocamiento de Sadam Husein y el castigo militar a los talibanes se convertiría  también en una estrategia  para debilitar geopolíticamente a Arabia Saudí y obligarle así a tirar definitivamente el ancla de la dependencia armamentista de Esatdos Unidos, haciendo, como era costumbre, grandes negocios a largo plazo.

Pero un Irán fortalecido con ayuda de Estados Unidos no pudo haber sido una falta de cálculo. Algunos círculos académicos iraníes  pensaron que Washington podría haber visto con buenos ojos un Irán nuclear que pudiera hacer un contrapeso geopolítico no solo a Arabia Saudí sino al propio Israel, cuyo looby se había encargado de manipular en varias ocasiones a los gobiernos en turno de la Casa Blanca, habiendo colmado la paciencia de no pocos en la capital estadounidense (cabe señalar que esa postura habría sido bien vista pues ahora sabemos cómo Obama se expresa de Netanyahu tras el desliz de los micrófonos en noviembre de 2011). Así, se podría contar con un equilibro de poder nuclear entre Estados Unidos y Rusia a nivel tras continental; China y Japón en Asia; India y Pakistán en el subcontinente Indio; Francia y Alemania en Europa, e Israel e Irán en Oriente Medio. Vaya, esto sonaba muy bien, sobre todo después de los acercamientos que Irán tuvo con Estados Unidos para poder pacificar la situación de violencia que se desató en Iraq tras la resistencia armada de cientos de milicias iraquíes y miles más de mercenarios, esto de acuerdo con algunas conclusiones establecidas por el reporte final del  Study Group Report de Estados Unidos. De este escenario también se puede justificar que la retórica agresiva de Ahmadineyad haya sido dirigida con más fuerza hacia Israel y no en tal grado a Estados Unidos.

Las señales de Irán y Estados Unidos no han sido tan drásticas ni belicosas como se piensan sino simplemente han estado inmersas en juegos de poder a gran escala. La gran paradoja de sus relaciones es que a pesar de la retórica hostil, las dos naciones nunca han roto sus vínculos psicológicos entre sí pues, a más de un cuarto de siglo después de la revolución de 1979 éstas se han vuelto, y de hecho son, cada vez más frecuentes, incluso a medida que continúan los debates sobre los efectos de las sanciones, la línea roja de Hormuz, el precio del petróleo y del oro (donde Irán es uno de los países con más reservas después de Reino Unido), y el intercambio de cartas donde es claro que a ambos países no les conviene el inicio de hostilidades militares. De hecho, la actividad diplomática de Irán con Estados Unidos no había estado tan activa como en los últimos años, diplomacia que favorece un escenario de diálogo entre ambas potencias, no al grado que intentó Jatami durante su presidencia, pero si de cada vez más entendimiento y aprendizaje mutuo.

La herramienta de Estados Unidos con la República Islámica, históricamente, siempre han sido las sanciones  económicas y no una intervención militar, por lo menos hasta que se ponga en juego el interés nacional de Estados Unidos en la zona. Se trata de una compensación de poder. Para los Estados Unidos, el objetivo es que Irán reconozca "la superioridad americana" mientras para Irán, el objetivo de la resistencia es forzar a los Estados Unidos a reconocer "el derecho de Irán a ser tratado como una potencia regional" en Oriente Medio en general y el Golfo Pérsico en particular. Pero ambos países necesitan garantías uno del otro, garantías que Israel no está dispuesto a permitir, tratando de precipitar a ambos gobiernos (y a otros más como a los árabes) a una guerra indescifrable, absurda y de pérdidas de vidas catastróficas que ahuyente a su población del debate de identidad que experimenta sobre lo "judío y lo israelí", sobre el destino del Estado palestino, y sobre el papel que jugaría Israel en un Oriente Medio en vías de una sufrida democratización por las revoluciones de los pueblos árabes.







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