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martes, 30 de octubre de 2012

Sujeto, capitalismo y Primavera Árabe



La valoración y la reconstrucción de la historia ha sido una de las herramientas clave para entender los problemas actuales de los pueblos y ayudar a desmitificar “verdades dadas” y estereotipos que marcan, definen y, en muchos otros casos, anulan a los sujetos de una sociedad.

En los círculos de las humanidades en general, y en los estudios culturales en particular, hay un consenso que señala al capitalismo salvaje como el principal agente de la exclusión y la crisis social en la que nos encontramos, así como el principal motor de la desubjetivización del individuo que comenzó en los años ochenta con lo que Jaques Lacan denominó “la transformación de una sociedad en una sociedad sin Sujeto”, que no ha implicado otra cosa más que la deshumanización de la persona y la reducción de su deseo de creatividad ante un proceso totalizador que prepara su propio modo de subjetivación social a través de la imposición de su propio objeto de deseo, esto es, el consumo.

Y mientras este proceso funciona articulado con un discurso sobre la libertad de elección y la autonomía individual, se puede decir que, de hecho, el capitalismo ha usado nuestra libertad de elección como fetiche que ha convertido al Sujeto en un Sujeto engañado en el sentido que los objetos de consumo que se venden en cada esquina de las grandes ciudades se proponen como causa de deseo, cuando en realidad, lo que causa el deseo es el vacío del objeto, su ausencia.

Y ciertamente, por más de doscientos años, el colonialismo europeo introdujo las raíces de este sistema a Oriente Medio no solo a través de formaciones económicas que fueron haciendo del Sujeto social un súbdito del sistema, sino también a través de formaciones ideológicas post coloniales tales como el socialismo, el nacionalismo o el islamismo radical, aparentemente creados para el combate de la opresión de los poderosos y los dueños de ese capitalismo salvaje y excluyente, del cual no solo los gobernantes y sus líderes eran partidarios sino también agentes de repetición.

Se creó así una (in) diferencia en un sistema binario entre lo que se llamó Occidente y los demás, The West and the Rest, donde se deshumanizó al Sujeto y, en palabras de Hamid Dabashi "todo lo no-occidental se colocó fuera de los tropos de la metafísica europea evitando que el resto nunca estuviera en el ámbito de la sujeción plena o dentro de la misma agencia histórica de su realidad".

Para que un Sujeto se mantenga como Sujeto o reivindique su condición de Sujeto, su palabra debe permanecer activa y vigente mientras su capacidad de creatividad debe persistir y explotarse. Su lenguaje y sus manifestaciones artísticas y estéticas deben reconstruirse frecuentemente con respecto al otro y se debe responder a su voluntad y no la de aquel que le ha convertido en un mero objeto del sistema que lo ha disciplinado a tal grado de medirlo en parámetros cuantificables totalizadores más que cualitativos complementarios.

Un ejemplo de la reivindicación del Sujeto se tiene en la denominada Primavera Árabe. La característica común que las revoluciones árabes tienen con la sociedad global es que ambas se enfrentan al mismo problema, la crisis del capitalismo. No se trata de la crisis del Sujeto sino del sistema mismo. El Sujeto no aguanta el peso del sistema y sus residuos, pues ahora el Sujeto es el espacio a colonizar por el capitalismo volviendo a las personas códigos, números y consumidores de deseos creados que en lugar de crear Sujetos satisfechos originan los llamados “expulsados”, los desempleados, los humillados, los migrantes, los desposeídos, los no Sujetos.

Dentro de esta Sociedad diluida por el capitalismo, la voz de la Primavera Árabe ha sido de las primeras en levantarse y en tratar de reivindicar su condición de Sujeto mediante la resonancia de su lenguaje contestatario, un lenguaje que ha influido, con resultados a la espera, en otros lenguajes contestatarios a través del mundo tales como “los indignados” en Europa, “el movimiento del 99%” en Estados Unidos, o el slogan “estoy hasta la madre” en México, entre muchos otros que se están gestando justo ahora.

No se debe olvidar que el Sujeto no es un ser propiamente lógico, sino también pasional. La persona se constituye sobre un fondo delirante, es una forma de ordenar una entropía inicial, hecha de todos los estímulos que al azar invaden nuestra mente desde el principio. La actividad racional no resulta, así, ser un fin, sino un medio para satisfacer las pasiones o para moderar las pasiones que pueden dañar a la sociedad. Ese es el principio sobre el que se basa este texto, sobre la experiencia de los Sujetos iraníes y estadounidenses que han intentado ordenar sus pasiones para hacer frente al discurso proveniente de los dueños del poder que les han minado del derecho de hacerlo mediante la coerción, el secuestro de la memoria histórica y el uso de la violencia física y epistemológica.


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