La
valoración y la reconstrucción de la historia ha sido una de las herramientas
clave para entender los problemas actuales de los pueblos y ayudar a
desmitificar “verdades dadas” y estereotipos que marcan, definen y, en muchos
otros casos, anulan a los sujetos de una sociedad.
En los círculos de las humanidades
en general, y en los estudios culturales en particular, hay un consenso que
señala al capitalismo salvaje como el principal agente de la exclusión y la
crisis social en la que nos encontramos, así como el principal motor de la desubjetivización
del individuo que comenzó en los años ochenta con lo que Jaques Lacan denominó
“la transformación de una sociedad en una sociedad sin Sujeto”, que no ha implicado otra cosa más que la deshumanización
de la persona y la reducción de su deseo de creatividad ante un proceso
totalizador que prepara su propio modo de subjetivación social a través de la
imposición de su propio objeto de deseo, esto es, el consumo.
Y mientras este proceso funciona
articulado con un discurso sobre la libertad de elección y la autonomía
individual, se puede decir que, de hecho, el capitalismo ha usado nuestra libertad
de elección como fetiche que ha convertido al Sujeto en un Sujeto engañado en
el sentido que los objetos de consumo que se venden en cada esquina de las
grandes ciudades se proponen como causa de deseo, cuando en realidad, lo que
causa el deseo es el vacío del objeto, su ausencia.
Y ciertamente, por más de doscientos
años, el colonialismo europeo introdujo las raíces de este sistema a Oriente
Medio no solo a través de formaciones económicas que fueron haciendo del Sujeto
social un súbdito del sistema, sino también a través de formaciones ideológicas
post coloniales tales como el socialismo, el nacionalismo o el islamismo
radical, aparentemente creados para el combate de la opresión de los poderosos
y los dueños de ese capitalismo salvaje y excluyente, del cual no solo los
gobernantes y sus líderes eran partidarios sino también agentes de repetición.
Se creó así una (in) diferencia
en un sistema binario entre lo que se llamó Occidente y los demás, The West
and the Rest, donde
se deshumanizó al Sujeto y, en palabras de Hamid Dabashi "todo lo
no-occidental se colocó fuera de los tropos de la metafísica europea evitando
que el resto nunca estuviera en el ámbito de la sujeción plena o dentro
de la misma agencia histórica de su realidad".
Para que un Sujeto se mantenga como
Sujeto o reivindique su condición de Sujeto, su palabra debe permanecer activa
y vigente mientras su capacidad de creatividad debe persistir y explotarse. Su
lenguaje y sus manifestaciones artísticas y estéticas deben reconstruirse
frecuentemente con respecto al otro y se debe responder a su voluntad y no la
de aquel que le ha convertido en un mero objeto del sistema que lo ha
disciplinado a tal grado de medirlo en parámetros cuantificables totalizadores
más que cualitativos complementarios.
Un ejemplo de la reivindicación del
Sujeto se tiene en la denominada Primavera Árabe. La característica común que
las revoluciones árabes tienen con la sociedad global es que ambas se enfrentan
al mismo problema, la crisis del capitalismo. No se trata de la crisis del
Sujeto sino del sistema mismo. El Sujeto no aguanta
el peso del sistema y sus residuos, pues ahora el Sujeto es el espacio a
colonizar por el capitalismo volviendo a las personas códigos, números y
consumidores de deseos creados que en lugar de crear Sujetos satisfechos
originan los llamados “expulsados”, los desempleados, los humillados, los
migrantes, los desposeídos, los no Sujetos.
Dentro de esta Sociedad diluida por
el capitalismo, la voz de la Primavera Árabe ha sido de las primeras en
levantarse y en tratar de reivindicar su condición de Sujeto mediante la
resonancia de su lenguaje contestatario, un lenguaje que ha influido, con
resultados a la espera, en otros lenguajes contestatarios a través del mundo
tales como “los indignados” en Europa, “el movimiento del 99%” en Estados
Unidos, o el slogan “estoy hasta la madre” en México, entre muchos otros que se
están gestando justo ahora.
No se debe olvidar que el Sujeto no
es un ser propiamente lógico, sino también pasional. La persona se constituye
sobre un fondo delirante, es una forma de ordenar una entropía inicial, hecha
de todos los estímulos que al azar invaden nuestra mente desde el principio. La
actividad racional no resulta, así, ser un fin, sino un medio para satisfacer
las pasiones o para moderar las pasiones que pueden dañar a la sociedad. Ese es
el principio sobre el que se basa este texto, sobre la experiencia de los
Sujetos iraníes y estadounidenses que han intentado ordenar sus pasiones para hacer
frente al discurso proveniente de los dueños del poder que les han minado del
derecho de hacerlo mediante la coerción, el secuestro de la memoria histórica y
el uso de la violencia física y epistemológica.
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