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miércoles, 2 de mayo de 2012

La contra revolución en Siria y la influencia en Líbano

El cambio de gobierno en Egipto, si bien dista de los objetivos que inspiraron originalmente a la revolución de Tahrir, ha traído consecuencias geopolíticas negativas directas para el Estado de Israel. Entre estos consecuencias destacan el fin del abastecimiento de gas egipcio para Tel Aviv así como el re establecimiento de las relaciones diplomáticas de Egipto con Irán después de varias décadas de paralización. Sin embargo, cabe advertir que  estos cambios no son a favor del pueblo egipcio y tampoco a favor de una política exterior autónoma como se había manejado en los medios de comunicación locales desde el año pasado, y más bien estos eventos han servido como cartas de negociación y disuasión de las élites militares egipcias para jugar contra todo aquel actor nacional y regional que intervenga en su proceso de reacomodo político donde los Generales discuten sus cuotas de poder, legal y políticamente, con aquellos miembros de la hermandad musulmana que se amparan en su mayoría parlamentaria y base social para acumular poder en plena carrera presidencial para junio próximo, carrera que, debe decirse, ha marginado la participación política de los jóvenes que iniciaron las protestas desde enero de 2010. 

Ciertamente en Egipto el ejército ha operado como un actor político que en algún momento, a nivel retórico, se alió con los jóvenes revolucionarios. Esto no quiere decir que no haya habido represión militar en las calles pues, por el contrario, una vez que el SCAF tomó las riendas de la transición, toda la retórica del ejército cambió de un lenguaje de amistad y solidaridad con los jóvenes hacia uno de represión tajante donde, mientras había tormentosas muestras de violencia armada en las calles, los líderes de la élite militar declaraban "órdenamos no usar balas verdaderas, ni tampoco usar cartuchos", como justificación de sus acciones contra las manifestaciones a lo largo de 2011. Sin duda, Egipto había militarizado su transición a la democracia, con resultados poco fiables a las inspiraciones políticas y sociales de sus jóvenes y con condiciones que fueron aprovechadas por los Generales y grandes sectores de partidos islamistas.

En Libia la militarización corrió a cargo de las fuerzas extranjeras. Francia principalmente. Un oasis de esperanza, Bengazi, que ahora se ha vuelto tan complejo que cientos de milicias aún no terminan de dejar las armas que les fueron otorgadas por la OTAN y por Francia en aras de salvaguardar su democracia, su libertad, su seguridad y su desarrollo como nación. Paradójicamente, se debe decir que Qadaffi fue desarmado el día que dejó de ser parte del denominado Eje del Mal cuando un escudo anti misiles fue retirado por el propio Qadaffi como muestra de cooperación y buena voluntad con los Estados Unidos y Europa en medio de un nuevo ambiente internacional para los libios. Ese fue su mayor error estratégico. La Zona de Exclusión Aérea en Libia se había instalado y no había sido obra de la OTAN, mucho menos de la ONU como se había querido exponer, fue más bien un error del ex mandatario, del ex dictador. Hoy, sin un gobierno sólido, Libia se debate entre liderazgos tribales y mecenas de Occidente que intentan estabilizar el país para reiniciar la producción petrolera, eje del cambio de régimen en Libia a favor de los intereses Occidentales y en detrimento de los de China y Rusia, principales defensores de su área de influencia en Siria e Irán, lugares en los que no están dispuestos a cometer el mismo error que en el Norte de África.

En el caso Sirio, no menos complejo y sensible, aunque la oposición está dividida en varios grupos, la voluntad de Estados como Arabia Saudí y Qatar está perfilada a seguir el modelo de "armar a los rebeldes" (término usado en Libia etiquetado por los medios Occidentales). La reciente captura de un barco  procedente de Libia, registrado en Sierra Leona y con un cargamento de armas con destino a Siria,  es una noticia que levanta las sospechas sobre el inicio del rearme del Ejército de Liberación Sirio por parte de los Estados del  Golfo, a pesar de la posición cautelosa de Estados Unidos al respecto unas semanas atrás.


Sin embargo, el hecho de que el barco haya sido enviado vía Líbano y no a través de otra zona (como las aguas turcas por ejemplo) implica voltear a ver las declaraciones hechas por Hezbollah en dicho escenario, actor que no dudó en elogiar el papel del ejército libanés en el decomiso del armamento. El destino del barco habría de ser el puerto de Tripolí, el puerto libanés más cercano a la base naval de Tartus en Siria, una zona que en estos momentos está ampliamente vigilada por personal ruso y algunos militares del Ejército regular sirio tal como lo está el sur del país y la frontera con Israel. El hecho de que el ejército libanés encabezara el decomiso implica un telón de fondo por parte de terceros estados para evaluar la conducta del ejército libanés con respecto al envío y verificar si este llegaría a su destino o no, esto en el marco de las declaraciones de Joseph Lieberman, senador estadounidense que se encuentra en Líbano para negociar el "supuesto paso de vehículos de Naciones Unidas para apoyar a los refugiados sirios" y quien el día de ayer, ante reporteros internacionales, declaraba que "Líbano debería hacer un esfuerzo para apoyar a la oposición Siria y develar su disociación de lo acontecido en el conflicto sirio hasta el momento". El resultado, sin embargo, fue claro, Líbano en general y Hezbollah en particular, no están interesados en involucrarse directamente en éste ni en ningún otro conflicto de la denominada "Primavera árabe", esto simplemente porque no está en sus agendas políticas lidiar con  cuestiones como la democracia, los derechos civiles o la repulsión a vivir en ghetos. Las armas, entonces, se decomisaron, el gesto político de Líbano es, al igual que muchos Estados como Jordania, el propio Israel e Irán, no al polvorín Sirio.

Y es que armar a grupos en Siria conlleva un mayor derramamiento de sangre por parte del régimen y un alto grado de que el conflicto supere fronteras no solo en Líbano sino también en Israel, régimen que por cierto ha mandado a fortalecer su frontera norte con Líbano ante una probable escalada de las tensiones sociales ya que desde agosto del año pasado se han produciendo manifestaciones en Líbano a favor de las demandas del pueblo Sirio y el fin del régimen de Al Assad, protestas pacíficas donde se ha contado con el apoyo reconocidas figuras libanesas como el novelista Elias Khouri y el cantante Marcel Khalife, entre miles de estudiantes defensores de la causa siria.

Pero mientras un gran sector del pueblo libanés demuestra su empatía con el pueblo sirio, el gobierno se encuentra disociado de su población. Mientras el gobierno de Suleiman, durante su periodo como miembro no permanente del CS de la ONU, ha demostrado una supuesta neutralidad que aboga por la no intromisión en los asuntos internos sirios paradójicamente, la clara posición de Hezbollah no ha dado marcha atrás al declarar en más de una ocasión su respaldo al régimen Sirio. La última vez que Hezbollah declaró esto fue el pasado 4 de abril mediante una entrevista online entre Hassan Nasrallah y Julian Assange donde se dejó claro una vez más que "Hezbollah respaldaba el diálogo en Siria porque las potencias lo único que perseguían era la guerra civil".

Lo cierto es que la tensión en Líbano crece día a día donde una nueva ola de atentados en contra de los críticos de Hezbollah ha rondado las calles de Beirut tal como ha sido el ejemplo del viejo lobo Samir Geagea, figura nodal de la alianza del 14 de marzo quien sufrió un nuevo atentado el pasado 25 de abril, haciendo recordar el ambiente de 2005 donde muchos periodistas, políticos y activistas en contra de la alianza Siria-Hezbollah corrieron el mismo riesgo de Geagea, algunos con suerte y otros con un destino fatal como lo fue el caso del ex Primer Ministro Rafiq Hariri. Pero si Hezbollah no está interesado en un conflicto interno en Líbano, entonces bien se puede pensar en los servicios secretos sirios quienes en este momento serían los únicos interesados en abrir un escenario violento en Líbano para mandar un claro mensaje de disuasión a los vecinos inmediatos en el que se exprese "si se va Al Assad se va la región entera y el balance de poder visto todos estos años", lo que incluye Israel, Líbano e incluso la estabilidad de Jordania como enclave de posibles refugiados y mercenarios en la zona.

La intervención armada en Siria es un arma de doble filo, pues si bien podría minar el régimen de Al Assad con un derramamiento mayor de sangre hasta el ahora visto, por otro lado, el esparcimiento de pequeños comandos militares que no logren someterse a las fuerzas apoyadas por Occidente y Arabia Saudí recibirían ayuda de terceros estados como Irán que a su vez harían de la zona algo muy parecido en Iraq, donde las cuotas de poder han aumentado con base en 1) el poder militar hacia algunas milicias que luchan contra las fuerzas gubernamentales y 2) la ayuda económica y social que se crea en medio del caos y la violencia al que ha sido sometido el tejido social.

Sin duda alguna, el espectro que rodea los acontecimientos actuales en Siria (y también en Libia) es el espectro iraquí que, con una invasión en 2003, aún no puede recuperar ni el más mínimo grado de seguridad y desarrollo social con dicho modelo que, por el contrario,  ha despedazado el tejido social por la desconfianza que unas personas ha generado con otras a partir de la presencia de tropas extranjeras, aliados, enemigos y mercenarios en el conflicto.

Así, Al Assad juega la carta de la "iraquización" de la zona si no se mantiene en el poder, una carta que parecen aceptar los estados árabes del Golfo quienes no maniobran a favor del pueblo sirio, como tampoco lo hace Irán o los Estados Unidos, y que por el contrario, parecen empeñados en aceptar un escenario de violencia el cual no esté controlado por al Assad sino por otras fuerzas que no harán otra cosa más que seguir dañando las aspiraciones del pueblo sirio que ha sido la única presa brutal de las actividades contra revolucionarias no solo del régimen sino también de sus aliados y enemigos.

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