Entre el 12 y 14 de marzo, se llevó a cabo un encuentro que recordó los 10 años de la invasión a Iraq por parte de los Estados Unidos.
Aquí publicamos el resumen de la ponencia que presenté, en vísperas de compartir lo que a mi juicio se considera un ejercicio de memoria histórica. Lo que sigue a continuación, es el contexto social que hay en Iraq a 10 años de la invasión, pero también a más de 70 años de guerra e inestabilidad política continua.
Para ver las ponencias completas, esperen por favor el disco que publicará el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM con las 9 ponencias que hicieron posible este encuentro.
Para ver las ponencias completas, esperen por favor el disco que publicará el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM con las 9 ponencias que hicieron posible este encuentro.
Si recordamos que la invasión a Iraq se
realizó dentro del marco de la llamada “guerra contra el terrorismo” y bajo la
perspectiva conocida como “el Gran Medio Oriente”, también debemos recordar que
la existencia de dichos términos configuró de manera despectiva al ciudadano
común de Oriente Medio y de manera particular al musulmán que viajaba por los
aeropuertos internacionales como si de un terrorista se tratara, ocasionando
toda una semiótica peyorativa que derivó en actos ofensivos y racistas no solo contra
la religión sino también contra la cultura, obra y pensamiento del ciudadano
árabo-musulmán.
Se trataba de una clara violencia
epistemológica que tenía (tiene aún) el objetivo de convencer a la opinión
pública de que eran los “terroristas iraquíes” quienes realmente amenazaban a
la seguridad internacional tras poseer supuestas armas de destrucción en masa, y
que eran ellos un ente desconocido, peligroso, violento, caótico, entre otras
denominaciones, el que debía contenerse por el bien de la seguridad de todos
los pueblos del mundo. Se trataba de una deshumanización del ciudadano iraquí y
de una desubjetivización de sus comunidades ya que el ciudadano de a pie
se encontraba atrapado y asfixiado entre la evidente tiranía interna perpetrada
por el gobierno de Sadam Huseyn y, al mismo tiempo, por la inminente
intervención militar de fuerzas externas o “de la coalición” lideradas por
Estados Unidos. Ambas prácticas contaron
con tintes represivos, militares y destructores del tejido social iraquí que
llevaron, cada quien en su momento, al debilitamiento de la estructura más
básica de la sociedad, es decir, la confianza en sí misma como colectivo, dando
pie a una intensificación de conflictos internos muy parecido a lo que se
denomina como guerra civil.
Ante esto, la gente a menudo se pregunta si
Iraq está mejor o peor después de la invasión de Estados Unidos en 2003. Si
bien esto es muy complejo de analizar en este espacio, lo cierto es que la
población iraquí ha vivido largos procesos de conflicto en los que, por
ejemplo, una persona que hoy tiene 60 años ha tenido que experimentar diversos
procesos de guerra o inestabilidad política con violencia desde que Sadam
Huseyn tomó el poder en 1978 (mediante un golpe de Estado), después con la
guerra entre Iraq e Irán a lo largo de la década de los ochenta, la invasión a
Kuwait y la denominada guerra del Golfo, la imposición de un doloroso y largo régimen
de sanciones económicas, la invasión de 2003 y ahora la guerra civil y el
quebrantamiento del tejido social que enfrenta la gente en el país ante la
salida del invasor.
Así, la situación del civil iraquí no es
fácil. NI EL DERROCAMIENTO DE SADAM HUSEYN EN 2003 NI LA SALIDA DE LAS TROPAS
ESTADOUNIDENSES DE IRAQ EN 2011 HAN RESULTADO EN LA PACIFICACIÓN DEL PAÍS y,
mucho menos, en la estabilidad económica y el disfrute del potencial energético
y económico con el que cuenta. Ante tantos años de violencia e inestabilidad,
de desconfianza, alianzas y traiciones, la gente acude a depositar su seguridad
en lo más íntimo de su organización social, es decir, su tribu, su clan, su
familia, olvidándose de cuestiones ideológicas que hicieron mucho daño décadas
atrás tales como el nacionalismo o el islamismo.
Sin embargo, al pasar los años, cada una de
estas tribus ha configurado sus propios mecanismos de subsistencia y de defensa
contra quienes consideran sus enemigos. Algunos se fortalecen haciendo alianzas
confederadas con otras tribus, algunas otras estableciendo acuerdos con los
estadounidenses, otros con el nuevo gobierno, otros con los iraníes, otros con
grupos como Al Qaeda, otros intentan salir (como la población cristiana caldea
de Bagdad, cercana al 3% de la población total) entre muchos más, lo que habla
de un escenario de guerra civil donde ciertamente los niveles de violencia se disparan
e intensifican debido a la intromisión de otros poderes y otros actores que
buscan salvaguardar sus intereses geopolíticos mediante su presencia en lo que
ellos llaman “el nuevo gobierno Iraq”.
Hoy en día no hay grupo iraquí que no tenga
un contacto, entrada de dinero u oferta para tener seguridad, comodidad y otros
“privilegios” que provenga de actores externos. La seguridad, el dinero y la
comida son bienes que escasean debido a la proliferación de secuestros, robos y
otros delitos relacionados con la debilidad del Estado. En este sentido, los
números no importan, la macroeconomía dice cosas muy distintas de los
testimonios que nos han llegado de los mismos iraquíes que solo piden una cosa:
que no se les olvide.
Los numeros del gobierno son engañosos. Uno
se debe fijar en la economía del día a día para tener un panorama más cercano
de la economía del iraqui:
-
Hoy en día 40% de la población iraquí no
tiene agua potable,
-
el 30% carece de asistencia sanitaria, 25 %
sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza,
-
Iraq es el país de la región con más desempleo
(30%) solo antes de Yemen y Libia, con los índices de pobreza extrema en
aumento,
-
con
5 millones de huérfanos, con la tasa más alta de muertes infantiles (50 de cada
1000)
-
y se perfila como uno de los pocos países
que no cuentan con alfabetización para sus niños (solo el 68% del país). El
Ministro de Defensa es al mismo tiempo el Ministro de Cultura. SADOUN AL DULAIMI
Por otro lado, los medios de comunicación
locales y regionales que ensalzaron las revueltas en Egipto y Túnez guardaron
un misterioso silencio a la hora de exportar las imágenes creativas que la
sociedad iraquí creaba, sobre todo a través del liderazgo de las mujeres, ya
que una lectura con la atención puesta en Iraq como en otros escenarios podría
haber nublado la imagen epistemológica que Estados Unidos quería exportar sobre
un “éxito rotundo de la operación iraquí” bastando solamente dos o tres notas
al respecto de las protestas las cuales utilizaron para justificar “la
necesidad de la presencia estadounidense para pacificar Iraq”.
Es un punto de vista que comparten
los iraquíes que están en la primera línea de los negocios en Bagdad. Los
precios de los inmuebles en la capital son altos pero hay multitud de
compradores. Le pregunté a Abduk-Karim Ali, un agente inmobiliario, quién
estaba pagando tanto por las casas. Contestó riéndose que había inversores del
Kurdistán y Bahrein, pero que la mayoría de los compradores con los que él
negociaba “son los ladrones de 2003, los que tienen el dinero”. “¿Quiénes
son?”, le pregunté. “Me refiero a los cargos del gobierno”, dijo el Sr. Ali.
“Compran las mejores propiedades para ellos mismos”.
Un problema aparte es representado por la nueva elite gobernante en
Iraq. Patrick Cockburn, reporteroindependiente de la cadena informativa Counter punch, Pocos meses antes de la
invasión, un funcionario iraquí, entrevistado en secreto en Bagdad, hizo un
sombrío pronóstico: “Los iraquíes exiliados son la réplica exacta de los que
nos gobiernan actualmente… con la única diferencia de que los últimos están ya
saciados porque llevan treinta años robándonos”, dijo. “Esos que llegan
acompañando a las tropas estadounidenses tienen un hambre voraz”.
Muchos de los iraquíes que volvieron a Iraq tras la invasión
dirigida por EEUU eran gentes de altos principios que se habían sacrificado
como opositores a Sadam Husein, muchos de ellos habían vivido parte de su vida
en Irán y en Siria como el propio Nur al Maliki, aunque, una vez transcurridos
diez años, la predicción del anónimo funcionario acerca de la rapacidad de los
nuevos gobernantes de Iraq se ha convertido en una total realidad. Como señaló
un ex ministro: Las mismas maniobras de corrupción y clientelismo hacen gala
ahora de la política iraquí.
Pocos iraquíes lamentan la caída de Sadam Huseyn, pero
muchos recuerdan que, tras los devastadores ataques aéreos de EEUU contra la
infraestructura iraquí en 1991 y 2003, las centrales eléctricas se repararon
solo en zonas céntricas urbanas utilizando sólo recursos iraquíes.
Pocas cosas han cambiado desde
entonces. Las estafas flagrantes continúan y además reciben protección oficial.
En 2011, Rahin al-Ugaili, el director de la Comisión por la Integridad,
desenmascaró varias “empresas fantasma” en el extranjero que los altos
funcionarios utilizaban para concederse contratos a ellos mismos. Se hacían
pagos por la totalidad aunque esos contratos no se cumplieran plenamente.
Las nuevas elites que se benefician
del sistema llevan una existencia misteriosa, escondidas tras las murallas de
la Zona Verde o atravesando las calles de Bagdad en convoyes blindados. Se cree
que la mayor parte del dinero malversado va a parar al extranjero mientras que
el resto se guarda en el banco o se invierte discretamente en inmuebles.
Hay un montón de dinero en Bagdad
pero poco consumo visible. La violencia ha descendido pero el temor a los
secuestros es muy real y nadie quiere atraer la atención mostrando su riqueza.
El Sr. Ali, el agente inmobiliario, dice: “Conduzco un coche malo para que la
gente no sepa que tengo dinero”. Los iraquíes ricos viven en zonas vigiladas
detrás de muros y guardaespaldas.
Por qué todo esto. la respuesta es
simple:
“Las sanciones de las Naciones Unidas
destruyeron la sociedad iraquí en la década de los noventa y los
estadounidenses destruyeron el estado iraquí en 2003”.
Muy interesante y muy necesario conocer las realidad de la gente en Irak, a difundir, gracias por compartirlo
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