Miles de jóvenes egipcios se
concentraron en la Plaza Tahrir nuevamente desde el viernes pasado llamando a
una protesta que denominaron “protegiendo la democracia”, en la cual hacen un
rotundo rechazo a los principios constitucionales propuestos por el Primer
Ministro Alí al-Selmy, uno de los políticos más experimentados del país y quien
para muchos egipcios representa todavía una sombra peligrosa del viejo régimen
en la ola democrática revolucionaria
actual.
En su lenguaje contestatario, los
jóvenes claman por la “salud de la revolución”, “la protección de la democracia”
y el “rechazo al sistema”, éste último representado por el Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas órgano al que se le demanda una transición del poder a
manos civiles lo más pronto posible.
Y en medio de gritos de allah-u
akbar, el pueblo egipcio sigue defendiendo con todas sus herramientas y
posibilidades la revolución y las muertes y lesiones de tantas personas que han
participado en este proceso. Sin embargo, hay diferencias con respecto a las
protestas del 25 de enero. En las protestas de ayer, miembros de los hermanos
musulmanes y su ala política, el Partido para la Liberación y el Desarroollo,
junto con otros actores políticos como al Yamaa al Islamiya y El Partido de la
Luz, entre otros, han estado encabezando éstas protestas legítimas para denunciar
el documento de Al- Selmy. Según ellos, hay maniobras políticas para que éste
documento sea la base de una constitución que privilegio intereses al sar más
jurisdicción al Consejo Supremo que a la Asamblea Popular. Los egipcios
demandan que sea la Asamblea Popular la única autoridad con jurisdicción para
elaborar una nueva constitución: que sea el pueblo quien no solo demande sino
el que decida. “al sha3b urid isqad al mushir”.
El documento de Selmy le da al Consejo
Supremo la jurisdicción sobre la asamblea constituyente que será la responsable
de escribir la constitución además de mantener información reservada sobre el
presupuesto militar. La gente está sumamente atenta, y más las organizaciones políticas
que están moderando su discurso para ganarse el voto de la gente joven.
Ali al-Selmy |
El hecho de que organizaciones
islamistas participen en este tipo de reivindicaciones junto con el pueblo
egipcio no es mala señal sino por el contrario indica una sintonía en cuanto a
la dirección política del país, siguiendo un poco el escenario tunecino. Los
islamistas saben que un islam radical, estilo jomeinista o wahabista, no es
algo que la mayoría de los egipcios quieran, por lo que nuevos programas y un
nuevo islam político está por develarse en Egipto. Por supuesto, las potencias
extraterritoriales tienen muchas dudas sobre este proceso, un proceso autónomo
y liderado por el pueblo quien, a final de cuentas, decidirá. Hay contendientes
fuertes como Al Baradei, Amr Musa, como Salim al-Awa, y otros más que entrarán en
el proceso, pero el pueblo no quiere, no más, a los viejos lobos, por eso la
lucha con los policías egipcios, quienes equivocadamente ven la expresión como
un momento de enfrentamiento. No toda demostración política lleva un
enfrentamiento subversivo y mucho menos, ningún enfrentamiento que tenga que
ver con la nueva ola democrática y de reclamos civiles que se experimenta en la
Primavera Árabe.
Por supuesto que hay pequeños grupos
que piden por un estado islámico, los salafistas, pagados por Arabia Saudí para
confundir a los medios y a los propios egipcios. Sin embargo, las voces de la
mayoría del pueblo callan a este repertorio de islam radical, un islam político
que no tiene ningún proyecto político detrás del dinero saudí y que no tiene
ningún protagonismo en la calle egipcia para mala fortuna de Israel, Arabia
Saudí y los que busquen infundir el miedo con el perfilamiento de la llegada
del Islam al poder en Egipto.
Justamente hoy en la página del al-Yazeera la pregunta al público es, ¿temes el cambio de gobiernos dictatoriales
por emiratos islámicos? Les invitamos a checar los resultados con un rotundo:
no. Laa (80%)
El Cairo |
Estudiante del al-azhar, de la Universidad del Cairo y otras instituciones marchan por las mismas demandas básicas: “democracia real, cambio de sistema real.” Tahrir es nuevamente el escenario, allahu akbar el slogan. El pueblo está convencido de que no hay más Dios más que Dios y Muhammad es el Profeta de Dios y de que el pueblo decide cuándo y cómo expresar este convencimiento. Egipto a la protección de su revolución, no al radicalismo islámico, no a la intervención de las fuerzas extranjeras.
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