Kurdo de
origen y de nacionalidad iraquí, el General Babakir Zebari habla kurdo, árabe y
farsi. Vivió en Teheran como refugiado durante los conflictos que involucraron
a kurdos y las fuerzas del gobierno iraquí regresando a Iraq en 1979. Diez años
después fue miembro central de Partido por un Kurdistán Democrático (PKD)
participando activamente contra las fuerzas de Sadam Husein después de la
guerra de 1991. Durante la operación “Libertad Duradera” fue ampliamente
requerido para colaborar con las fuerzas de ocupación y hoy en día es el líder
Jefe del Estado Mayor del Nuevo Ejército iraquí. El día de ayer, medios locales iraníes destacaron la visita de Babakir a
Teherán donde abogó por fortalecer la cooperación militar con Irán.
En
el encuentro con el jefe iraquí, el comandante de los Cuerpos de Guardianes de
la Revolución Islámica, Mohammad Alí Jafari, afirmó que Estados Unidos había
fracasado en su intento de establecer un régimen títere y servil en Iraq para
saquear sus recursos. Esta alianza se da a pocos días de que se retiren
totalmente las tropas estadounidenses que quedan en el país árabe, las cuales
todavía se presumen en cerca de 35 000 efectivos, retirándose a sus ciudades de
origen a través de Kuwait y otros países de árabes del Golfo Pérsico.
La
estrategia iraní de tener una influencia económica y militar con Iraq, en
términos geopolíticos, representa una expansión de su área de influencia que
está por por perder en Siria, con el cada vez más agonizante régimen de Bashar al Assad. Iraq
por su parte también tiene un interés muy amplio en los nuevos círculos de
poder iraníes a quienes ven como un socio económico fuerte por su industria y
contactos internacionales con Rusia y China y, aunque en menor grado, por los
lazos culturales que las ciudades más importantes del shiísmo les unen a ambas
naciones.
Esta
muestra de alianza de poder entre un comandante iraquí de origen kurdo y un
gobierno que ha estrechado alianzas y recursos con Turquía para abatir a los kurdos
en sus propios territorios, es una muestra más de que los automatismos no
sirven para analizar las relaciones entre Estados y elites de poder en ninguna
parte del mundo. Será más importante y prioritario trazar nuevas agendas de
seguridad en las fronteras de ambos países, y con ello la firma de proyectos
para reconstruir una estructura económica bastante prometedora en Iraq, que
enconar una relación que puede ser más estratégica de lo que se pensó en meses
pasados antes de la caída de algunos gobiernos árabes.
El
gobierno iraní con esto amplía sus cartas de disuasión en la zona haciendo de
la salida estadounidense la repetición de una película que ya vimos cuando los
británicos salieron del Golfo Pérsico después de la segunda Guerra Mundial. Sin
duda alguna, ahora la estrategia consistirá en alimentar mediáticamente las
protestas en Bahrein, cuyos jóvenes, médicos y activistas tendrán que enfrentar
no solo la represión de su gobierno sino también, desafortunadamente, a la
intromisión de algunos actores ajenos al conflicto, desde iraníes, iraquíes e
israelíes hasta estadounidenses y saudíes, tal como lo están haciendo ahora los
egipcios en un esfuerzo por mantenerse autónomos y mantener su revolución
transparente y limpia de las manos de los intereses extraterritoriales, todos
ellos de manera feroz, presentes en las manifestaciones para informar a sus
gobiernos de las últimas noticias y actividades de los diversos frentes en la
calle árabe.
Mucha
gente dice que a Irán le conviene que Bahrein caiga en aras de equilibrar la
balanza que parece inclinarse en su contra con el fracaso inminente de Al
Assad, sin embargo, una victoria de corte shiíe democrática-civil en Bahrein
más que ayudar a Irán le perjudicaría, en tanto sería una muestra y una
victoria de una población joven y cívicamente capacitada con un perfil muy muy
muy muy parecido a la población verde en Irán.
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