Hoy en el blog comparto con ustedes el texto de mi ponencia presentada en el CELE de la UNAM dentro del Seminario de Semiótica del Departamento de Lingüística Aplicada, celebrado el día 3 de abril de 2013.
La
recuperación de la voz propia, de la condición de Sujeto creador y creativo en
medio de un sistema de opresión y de círculos de poder que hacen valer la
violencia física y epistemológica, ha sido uno de los temas tratados por muchos
pensadores desde mediados y finales del siglo XX (Freire, 1971; Dussel, 1980;
Chomsky; 1993). Hay varias aproximaciones muy valiosas que, entre otras cosas,
nos remiten a valorar y a usar conceptos para entender el papel desempeñado por
las personas en este sistema de deshumanización, marginación y creciente consumismo
de identidades que ha impuesto el capitalismo, así como su producción
semiótica-cultural que ha desplegado en las conciencias de los pueblos para
mantenerse como tal, como hegemón-opresor (Freire, 1964).
En este contexto, el siglo XXI ha
abierto con su primera revolución, tawra en el lenguaje del Sujeto creador
(pero no el único), el pueblo árabe, la cual ha dejado sorprendidos a propios y
extraños por su magnitud, resonancia e influencia a nivel mundial en otros
movimientos sociales alrededor del mundo. Una influencia que tiene y tendrá por
décadas, a esperas de que se convierta en un proceso de permanente liberación.
Ha sido el levantamiento de la voz
árabe, el deseo expresado en sus convenciones culturales y códigos semióticos,
aquel fenómeno que ha demostrado una vez más la vigencia del pensamiento de los
autores que hablan del contrapoder que automáticamente surge cuando hay redes y
relaciones de poder hostigando y deshumanizando al Sujeto (Castells, 2009).
Ante la violencia física y epistemológica que roba la memoria histórica a los
pueblos, surgen nuevas formas de resistir y contestar al poder en las cuales se
expresan los deseos más íntimos de los Sujetos que se han reconocido como oprimidos
después de tantos años de poder colonial y poscolonial que, en el caso de los
árabes y los habitantes de Oriente Medio, se había impregnado en cada rincón de
la sociedad para callar, aplastar, asesinar, reprimir, violar, secuestrar y
arrebatar la dignidad y los valores de los Sujetos con ayuda de aliados en el
exterior. Se trataba de una opresión que apretaba de dos lados; desde la
tiranía interna de los dictadores y desde la intervención extranjera de los
(Garduño, 2012).
En el enfoque que propone este texto
para estudiar la denominada “primavera árabe” no es el de “dar voz a los
Sujetos”. Ellos ya la tienen, siempre la han tenido. No se trata de otorgar a
las sociedades de Asia Occidental un espacio de expresión ya que ellos siempre
lo han tenido y, lo que es más, lo han tenido y ha sido presa de ataques y
censura por parte de la maquinaria cultural del opresor ya sea en el barrio, la
mezquita, el marcado o, ahora muy en auge, el espacio virtual que ofrece
Internet. Se trata, por el contrario, de escuchar con más atención esas
convenciones culturales de los pueblos sin más intermediario que aquel que se
expresa y ha superado lo que Freire (1971) llama la contradicción del opresor-oprimido,
es decir, de aquella persona que al saberse como oprimido no se convierte en
opresor inmediatamente como muchos lo hacen (el campesino que se convierte en
capataz y oprime, o el ciudadano que se convierte en traficante de drogas y
asesina), sino que emprende el camino de la liberación permanente y responsable
con su semejante mediante valores que considera simplemente como humanos,
comunes y aplicables y respetables a toda la comunidad.
Estos deseos de emprender una
liberación permanente están explícitos en los códigos semióticos expresados en
las revoluciones árabes que comenzaron en diciembre de 2010 en Túnez y que siguieron
desde 2011 y hasta la fecha en diversos países de la zona geográfica en
cuestión. Eslóganes, canciones, manifestaciones visuales, poéticas y
pasionales, componen un repertorio que ha sido la principal respuesta a la
pregunta masiva que se hicieron los receptores de los mensajes de la revolución
en el mundo: ¿qué quieren los árabes? O mejor dicho: ¿ahora qué quieren los
árabes?
Lemas como “el pueblo quiere
derrocar al régimen”, “vete”, “dignidad, justicia y libertad”, “libertad de
expresión y prensa”, entre otros, fueron una creación de la vox populi,
que inmediatamente fue objeto de malinterpretaciones, traición-traducciones y/o
de omisiones por parte de las grandes cadenas trasnacionales de comunicación
que, en vísperas de este cambio, vieron amenazados sus intereses hegemónicos en
aquella parte del mundo rica no solo en recursos energéticos como el gas o el
petróleo sino en historia, lengua, cultura e identidad.
Por más de doscientos años, los
gobernantes poscoloniales introdujeron formaciones ideológicas tales como el
socialismo, el arabismo o el islamismo, aparentemente creados para el combate
de la opresión de los poderosos y los dueños de ese capitalismo salvaje y
excluyente que comenzó desde el siglo XIX y del cual no solo los dictadores árabes
eran partidarios sino también sus agentes de repetición.
Se creó una (in) diferencia en un
sistema binario entre lo que se llamó Occidente y los demás (The West and the
Rest) donde el individuo se deshumanizó y, en palabras de Hamid Dabashi (2012),
todo lo no-occidental se colocó fuera de los tropos de la metafísica europea
evitando que “el resto” nunca estuviera en el ámbito de la Sujeción plena o
dentro de la misma agencia histórica de su realidad.
En tanto el Sujeto necesita del
lenguaje para poder ser dicho (para decir quién es, qué quiere, para decir una
ironía o una historia biográfica), el lenguaje contestatario usado en las
manifestaciones sociales del proceso en estudio ha sido la herramienta con la
que se ha expresado el Sujeto para dar a conocer su experiencia con el
colonialismo, el poscolonialismo y el capitalismo. Manifestaciones orales y
verbales como las antes señaladas han sido la manifestación reivindicativa de
que aquel que habla no puede hacerlo sino después de haber advertido que hay un
tal Yo o Mi o Nosotros y Otro, Ellos, Otros, que abre la operación de quejarse,
de formular una pregunta, de comunicar una noticia o hacer una afirmación como
Sujeto al margen del sistema que le había privado de esa capacidad.
Este texto, que es una muestra
introductoria de un proyecto posdoctoral a desarrollar este año en el CIESAS de
Guadalajara bajo la supervisión del Dr. Jorge Alonso, pretende demostrar que
para que un Sujeto se mantenga como Sujeto o reivindique su condición de
Sujeto, su palabra debe permanecer activa y vigente. Su lenguaje y sus
manifestaciones artísticas y estéticas deben reconstruirse frecuentemente con
respecto al Otro y responder a su voluntad y a su bienestar social. En este
sentido, el lema “Todos somos Jaled Said” se refiere a un eslógan utilizado en
Egipto para presentar la indignación que la comunidad sentía por la muerte de
Jaled Said, un bloguero que fue secuestrado en un café Internet por la policía
secreta egipcia tras publicar críticas al régimen y cuyo cuerpo con muestras de
tortura fue presentado en Internet mediante fotografías de su martirio. La
indignación de la comunidad ante las fotografías causó un efecto de solidaridad
con la familia de Said, proceso que fue una de las mechas que prendió el
proceso denominado como “la Primavera Árabe egipcia”. La indignación de la
colectividad se plasmó en un solo eslógan que retrata muy bien el sentimiento
de la mayoría de los egipcios que se enteraron del asunto: “Todos somos Jaled
Said”.
Este proceso tiene que ver más con
indignación social que con hambre. No son protestas de pan solamente (López,
2012). Se trata de un proceso de indignación ante la humillación colectiva que
la gente ha sentido durante varias décadas y que ahora son los jóvenes árabes
aquellos que han levantado la voz bajo nuevas formas de protesta, esencialmente,
formas de carácter pacífico. Si bien la inmolación de Muhammad Buazizi
(vendedor de frutas que fue privado de vender su mercancía en vía pública y dio
pie a quemarse a lo bonzo en Túnez) desató la ola de indignación en la región,
ha habido otros eventos anteriores que han marcado este deseo de
Subjetivización de la población de esta zona. En 2003, Iraq se vio envuelto en
un largo movimiento social contra la guerra que mostró los primeros zapatos no
solo a los dictadores árabes sino también a los invasores occidentales; en
2004, Egipto vio crecer un movimiento de protesta denominada Kefaya (ya basta)
que criticaba la posición dictatorial del gobierno, la intervención occidental
en Iraq y las políticas del régimen de Israel contra el pueblo palestino; en
2009, Irán vio las protestas más fuertes en su país después de la revolución de
1979 por un presunto fraude electoral; en 2010, pobladores del Sáhara
Occidental fueron testigos de una ola de represión en los campamentos de
refugiados por parte del ejército marroquí, entre otros sucesos importantes que
incluyen huelgas de trabajadores argelinos, egipcios y presos políticos
palestinos a lo largo de la primera década del siglo XX:
Sí, pero ¿por qué ahora?
Pregunta Gómez (2011) quien de manera brillante ofrece la respuesta al público.
Hace dos décadas que el porcentaje de población árabe menor de 25 años supera
el 50%. La novedad hoy, es su nivel de educación y su integración en la
sociedad de la información.
Así, la característica común de la
Primavera Árabe con la sociedad global en crisis es que ambas se enfrentan al
mismo problema, la crisis del capitalismo. El Sujeto no aguanta el peso del
sistema y sus residuos. Ahora el Sujeto es el espacio a colonizar por el
capitalismo volviendo a las personas códigos, números y consumidores de deseos
creados. Por ello, cada vez mas son los expulsados, los desempleados, los
humillados, los migrantes, los que no tienen recursos, los no Sujetos. Los
árabes han dicho, nuevamente, basta.
Dentro de esta Sociedad diluida por
el capitalismo, la voz de la Primavera Árabe ha sido de las primeras en
levantarse y en tratar de reivindicar su condición de Sujeto mediante la
resonancia de su lenguaje contestatario, un lenguaje que ha influido, con
resultados a la espera, en otros lenguajes contestatarios a través del mundo
tales como “los indignados” en Europa, “el movimiento del 99%” en Estados
Unidos, “Yo Soy 132” o “estoy hasta la madre” en México, entre muchos otros que
se están gestando justo ahora.
La Primavera Árabe ha sido ya “una
victoria del siglo XXI frente al arcaísmo del siglo XX”. Esta subjetivización
(recuperación de la condición de Sujeto) es el resultado de la experiencia,
elemento sine qua non, se lleva a cabo el proceso de imaginar lo nuevo.
En otras palabras, la imaginación viene ordenada mediante unos principios de
origen empírico, y será la tarea de la persona aquella de ordenar las
experiencias, darles un sentido en su entorno social y cultural.
No se debe olvidar que el Sujeto no
es un ser propiamente lógico, sino también pasional. La persona se constituye
sobre un fondo delirante, es una forma de ordenar una entropía inicial, hecha
de todos los estímulos que al azar invaden nuestra mente desde el principio. La
actividad racional no resulta, así, ser un fin, sino un medio para satisfacer
las pasiones o para moderar las pasiones que pueden dañar a la sociedad.
Ese es el principio sobre el que se
basa este proyecto, sobre la experiencia de la Primavera Árabe y su forma de
ordenar sus pasiones que han demostrado hacer frente al discurso proveniente de
los dueños del poder que decían que “no hay democracia para los árabes porque
los árabes no estaban preparados para ella” (Dorovitz, 2011).
Y ciertamente es tan falso e
incorrecto lo citado por Dorovitz (2011) que este estudio es necesario porque
trata de documentar el cuerpo que dio origen a una revolución mental,
intelectual y estructural más que una revolución económica y meramente política
basada en términos de democracia y, mucho menos, de democracia electoral. Se
trata de documentar y divulgar un cambio de conciencia donde se han utilizado “las herramientas del sistema” y
donde “los Sujetos se han inmerso en el sistema para causar una fractura en él
e invitar al cambio de dirección de algunos de sus flujos.
Así, el trabajo aquí propuesto
intenta refutar diversos estudios de arabistas, sociólogos y
antropólogos que han otorgado diversos conceptos a los participantes de la
Primavera Árabe mediante el uso de las teorías orientalistas que denigran y
describen peyorativamente a la creación de protestas sociales en el “mundo
árabe” (como si se tratara de un mundo aparte) y promueve una fotografía
caótica, violenta y sin sentido al resto de la opinión pública. La asignación
de categorías como “rebeldes”, “insurrecciones”, “terroristas”, “vándalos”,
“opositores”, entre muchos otros, son solo ejemplos de cómo se han mal
interpretado (intencionalmente o no) a un movimiento que tiene sus propias
lenguas, mensajes y actores, los cuales se autodenominan de manera muy
diferente a la que muchos medios de comunicación hacen referencia.
Ahora bien, la necesidad de divulgar
la autodefinición de las protestas, de sus actores, de sus objetivos y de sus
formas de organización no es algo que se deba ver de manera estática sino que,
como fenómeno social, tienden a cambiar de acuerdo con el contexto
histórico-cultural y la coyuntura política que se viva. En este sentido, el
proyecto justifica su existencia al incorporar el elemento de la
“significancia” (significance) más que el del significado (meaning) de las
protestas como propuesta teórica y metodológica dentro del marco de las teorías
de movimientos sociales promovidas por autores reconocidos por sus aportaciones
al asunto como Charles Tilly (2009) o Manuel Castells (2009).
En el caso particular de nuestro
tema, no debemos preguntarnos qué es la Primavera Árabe sino lo que significa,
su magnitud y su impacto sobre estos flujos donde la sociedad sobrevive tomando
mucho en cuenta el contexto donde lo hace. Nuevamente, en tanto pensar es crear
y hacer historia, creo que en las herramientas de la historia oral de los
mismos árabes (y no árabes que viven en Oriente Medio) encontraremos la ayuda
necesaria, el soporte, para explicar las creaciones de la Primavera Árabe y lo
funcional e importantes que son para el contexto histórico y geográfico donde
han surgido y donde ha impactando masivamente.
Es verdad que en cada sociedad, en
cada época, hay un interés general en que nada realmente cambie, en que no haya
preocupaciones, rebeliones, subversiones, nada. Pero en la comprensión de lo
que está ocurriendo en el Norte de África y el Asia Occidental, nos estamos
quedando sin metáforas y necesitamos explicaciones nuevas. El “hombre árabe”
que sale ahora a la calle habla de política todo el tiempo, critica, llora,
escucha, canta, pinta, escribe, está atento, crea y piensa en su futuro, en su
familia. Lo hace de nuevo, siempre lo ha hecho, pero ahora se ha escuchado
masivamente.
Este nuevo lenguaje de la Primavera
Árabe impactará (ya lo hace) sin duda en la política nacional e internacional
de las generaciones venideras. Estos levantamientos han ido más allá de los
conceptos de etnia y religión, de nacional, pro o anti occidental y marcan el
final de esas formaciones ideológicas y conceptuales basándose únicamente en la
referencia más intima que tenemos, el Yo existo. En un acercamiento al tema
(Garduño, 2012), estudié cómo las revoluciones árabes han transformado su
entorno y su manera de pensar, siendo la lengua un elemento que experimentó
grandes cambios a través de la adaptación de términos de otras lenguas y de
experiencias de otros pueblos para echar a andar sus propios movimientos
sociales de cambio y reivindicación ciudadana sin ningún tipo de influencia
partidista o de actores externos como anteriormente se había dado.
Estos precedentes, y la necesidad de
profundizar sobre cómo estos nuevos términos han influido (de regreso) en otras
sociedades, es lo que ha impulsado mi ánimo e interés por seguir el tema y
desarrollar el marco teórico necesario para explicar este cambio en la
realidad, no sin antes recalcar que el material para este trabajo proviene de
los mismos actores que se han manifestado en las calles y medios de
comunicación alternativos, principal manantial de fuentes primarias a explorar,
donde la semiótica puede ayudarnos no a significar sino a entender cómo y
quiénes han significado esas convenciones culturales.
Y es que eso es precisamente el
argumento principal del proyecto, es decir, que es necesario informar y
documentar que los Sujetos se han recuperado del trauma histórico sembrado por
el poscolonialismo y el capitalismo y que, pese la violencia que impera en
nuestros días, el vocabulario y las expresiones que se encuentra en su lenguaje
contestatario ha sido la mejor arma para aniquilar lo que los aniquilaba, para
reconstruirse como Sujetos, para anunciar que Existen y que Existimos y que
vamos hacia una nueva geografía de la subjetivización que ya no está asignada
al reparto colonial o poscolonial de las estructuras de dominación capitalista
y consumista, sino a una reestructuración de la emancipación mucho más radical
que la emancipación prometida, una emancipación que conecta lo individual, lo
local y lo regional con lo mas intimo de nuestra reconfiguración humana.
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