Este es un resumen de una ponencia defendida el 14 de junio de 2012 ante el XII Congreso Internacional de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África celebrado en Puebla, México, titulada "Lengua y Geopolítica: las relaciones entre Estados Unidos, Israel e Irán en el contexto de la militarización de la primavera árabe"
La idea central a defender de esta ponencia es que las
relaciones entre Estados Unidos e Irán en la llamada cuestión nuclear, pasan
por una coyuntura donde la diplomacia parece haber tomado el protagonismo
necesario para erigirse como el eje de solución de controversias, habiendo
apaciguado, por el momento, a la retórica belicista promovida desde los
círculos de presión y lobby israelíes en Washington, pese a que es precisamente
la herramienta de la militarización, aquella que gobierna en la mayoría de los
países de Oriente Medio en diversos y complejos escenarios derivados del fenómeno
conocido como la primavera árabe.
El punto es que los tres países ante citados,
están haciendo uso de esas herramientas militares para mantener sus cuotas de
poder dentro del escenario posterior de las revoluciones árabes donde Estados
Unidos lo ejemplifica con su más reciente apoyo a la intervención militar en
Libia, sus incursiones periódicas en Pakistán y Afganistán y su cómplice
silencio en la cuestión bahreiní, mientras Israel lo hace en el conflicto
palestino y el escenario libanés, e Irán más claramente en el apoyo a la
revolución bahreiní y la negación impune de las movilizaciones en Siria
tachándolas, por el contrario, como un complot de fuerzas terroristas apoyadas
por enemigos regionales.
¿Qué
es la militarización de la primavera árabe?
Con lo anterior, el concepto de “militarización de la
primavera árabe” responde a todas aquellas acciones contra revolucionarias de las élites políticas y las fueras armadas que
han minado o intentan minar los esfuerzos legítimos de reivindicación social de
las poblaciones de algunos países del Norte de África y el denominado Oriente
Medio. Estas acciones utilizan la disuasión, el abuso de autoridad y de la fuerza y la violencia como ejes apaciguadores de cambio político.
Ante
episodios significativos como “la revolución de los jazmines”, “el día de la
Irá” o “la marcha millonaria” y la creación de espacios semióticos nacidos de
la movilización pacífica social tales como la plaza de la perla en Bahrein o la
calle de Mohammad Mahmoud y la plaza de
Tahrir en Cairo, las respuestas de las elites políticas afectadas por los
reclamos sociales se han basado en la invitación de las fuerzas armadas a la
arena política, actor que, en más de una ocasión, ha intentado tener un papel
relevante en el manejo de los escenarios post revolucionarios que intentan
guiar las supuestas transiciones a la democracia que se intentan gestar en la
sociedad tras las movilizaciones sociales. Este fenómeno ha traído como
consecuencia un balance de poder entre aquellos agentes políticos y económicos
del sistema o del viejo régimen con el de los movimientos revolucionarios que
aspiran a un nuevo modelo de gobierno con reformas y libertades civiles.
Como ejemplo de lo anterior, podemos citar: la
supuesta transición democrática por la vía electoral en Yemen ha sido comandada
por el ejército y los disidentes militares del antiguo gobierno de Ali Abdullah
Saleh; la situación en Libia resultó en una invasión militar de la OTAN en
contra del séquito de políticos leales a Qadafi y, por decirlo de algún modo,
fue el catalizador de lo que muchos libios intelectuales definen como la “iraquización” de Libia; la elite militar en Egipto por medio del
SCAF ha sido la encargada de comandar la supuesta transición post
revolucionaria hacia una nueva constitución y un nuevo gobierno en Cairo perpetrando numerosas violaciones a los derechos humanos de la población y
evidentes muestras de represión en los primeros meses de 2012; la elite militar
en Siria y la elite militar y de mercenarios de países interesados en dicho
país, han sido los encargados de hacer de Damasco un infierno a punto de guerra
civil secuestrando totalmente a su revolución entre intereses geopolíticos de
potencias regionales y extra regionales que han hecho de una revolución local (inspirado
en los movimientos anteriores) un conflicto geopolítico de dimensiones globales;
en Bahrein se ha tratado de uno de los casos más evidentes de represión militar
(que no policial) por parte de las fuerzas armadas de unidad del CCG, misma
suerte que corrió el movimiento “I don´t like the back seat” de mujeres saudíes
que clamaban más derechos civiles en aquel Reino árabe que por cierto ahora ha
prometido miles de millones de dólares para los jóvenes que aspiren a comprar casa,
estudiar u obtener subsidios antes de conseguir empleo a corto plazo.
En
medio de este contexto, junto con otros casos de represión militar como los
ocurridos en el Sáhara Occidental por parte de las FFAA marroquíes en 2010 o el
caso de represión por parte de los basijí y los Pasdaran a lo que sería el
movimiento Verde en Irán tras las elecciones presidenciales de junio de 2009, es que
Estados como Irán, Israel y Estados Unidos han entrado en un clima de
retórica-negociación y manipulación de imágenes para desviar la atención
mundial y local de sus propios movimientos sociales y dedicarse así a una sola
preocupación que ha acaparado los titulares informativos y sus agendas de
política exterior en los últimos meses, esto es, la cuestión nuclear.
Con
esto no se quiere decir que la cuestión nuclear sea una farsa. Por el contrario, se trata de un tema de escape a las presiones sociales que cada uno de estos
países tiene en su interior.
A
diferencia del resto de las movilizaciones ya militarizadas por las fuerzas
contra revolucionarias en los países árabes, los movimientos de estos tres
países no buscan un desmantelamiento total del régimen que los gobierna sino
una reforma profunda en su distribución de riqueza y libertades políticas y
ciudadanas. En el caso de Estados Unidos, el movimiento “Occupy Wall Street” que
estalló en septiembre de 2011, convoca a la protesta contra el 1% con más
recursos de la sociedad que evade obligaciones fiscales y que es cómplice de
mala distribución de la riqueza que tiene sumido a la población estadounidense
en una seria crisis social ante un desamparo en los servicios de salud, de expectativa
de vida y de otros indicadores que polarizan a la sociedad de la gran potencia
como empleo y medio ambiente.
En el
caso de Israel, el movimiento que explotó en febrero de 2012 con slogans como
“el pueblo quiere justicia social”, saltó a las calles demandando solidaridad
social con todos los ciudadanos del Estado (muy lejos de pedir el
desmantelamiento del sistema y más aún de poner en tela de juicio la invasión y
el colonialismo israelí en contra de Palestina) ante la crisis de identidad que
azota aquel Estado al pensar en las diferencias sociales que relucen muy
recientemente anta la pregunta del ciudadano del ¿Qué significa ser israelí y/o
el ser judío?, o más aún, responder qué significa el ser judío nacido en Israel
y /o judío inmigrante en Israel, con todas sus diferencias económicas y
sociales que ello implica.
Finalmente,
el Movimiento Verde en irán cuyo lema por excelencia ha sido “dónde está mi
voto?” se ha presentado como un movimiento de reforma que aspira a una mayor
libertad de expresión en su país y a materializar profundos cambios en sus
sistema de gobierno que permitan el respeto a la voluntad de la gente de elegir
y exigir cuentas a sus gobernantes por medio del sufragio electivo así como
otra gama de derechos que básicamente tienen que ver con un los deseos de ver a
un Irán más democrático y no un Irán represor.
Así,
los slogans, ¿dónde estás mi voto?, “el pueblo quiere justicia social”, y
“somos el 90%”, son frases pertenecientes a un lenguaje contestatario muy
diferente al expresado en los países árabes cuando escuchamos “el pueblo quiere
derrocar al sistema”, “vete”, “tawra tawra tawara silmiya silmiya silmiya”, donde
más que un cambio revolucionario que derroque al régimen gobernante se aspira a
una reforma que pretenda mejorar el bienestar de los ciudadanos con el sistema
de gobierno que prevalece, esto por lo menos hasta estos momentos ya que, la
lengua y la sociedad, en tanto dinámicas sociales, tienden a cambiar de acuerdo
a circunstancias internas y externas y los deseos más de la población.
A
partir de dicha diferenciación entre los movimientos revolucionarios y los
movimientos reformistas, el tema que ha unido a las elites políticas de EEUU,
Irán e Israel es inevitablemente el interés por administrar los cambios
producidos en el mundo árabe a partir de las movilizaciones sociales antes
citadas, tratando de dejar intacto el balance de poder que durante los últimos
diez años Irán ha logrado establecer en Oriente Medio en general y el Golfo
Pérsico en particular.
Tomado, por ejemplo, el caso de Egipto, Irán ha logrado trazar una alianza temporal muy importante no
tanto a favor de los ideales de la revolución de Tahrir (a la que por cierto
tacha de revolución islámica) sino a favor de establecer un contrapeso directo
a Israel en la zona del Mediterráneo al tiempo que uno de sus aliados en la
región, Siria, está debatiendo su futuro como régimen político ante el empuje
de su sociedad que aboga por la huída de Bashar al Assad del poder debido a la indignante
masacre a su población en los últimos meses de revolución. Ante esto, Estados
Unidos e Israel buscan dejar intacto el poderío militar disuasivo desplegado en
el Golfo Pérsico en las aguas de Bahrein, sede de la quinta flota naval de los
Estados Unidos encargada de patrullar la zona más estratégica del mundo, a
manera de contrapeso geopolítico en Irán ante cualquier cambio que se pudiera
desatar en el escenario Sirio.
La visión de EEUU, Irán e Israel de la primavera árabe
El
lenguaje utilizado en este meollo es muy interesante. El gobierno de Irán ve a
las revoluciones árabes como una copia fiel de la revolución islámica, y un
despertar islámico mundial, una visión que le permite erigirse mediáticamente
como un modelo de gobierno a seguir a pesar de que, nadie excepto un candidato
presidencial en Egipto (Hameddeh Sabahi) se ha pronunciado de tal manera. Las revoluciones árabes, si bien contienen vocabulario religioso en sus slogans, no tienen una inspiración islámica sino laica y a favor de la compatibilidad del Islam con la democracia. El ejemplo del suicidio de M. Bouazizi es un claro indicador de que la causa del malestar en la sociedad es ajena a cualquier tipo de inspiración islámica. En el caso de la revolución iraní había líderes visibles que hacían uso de un lenguaje propiamente hecho en contra del imperialismo y al americanismo. Aquí, en las revoluciones árabes, la democracia y los derechos civiles constituyen el motor principal de las demandas de los ciudadanos.
La
visión de Israel no es tampoco tan acertada. Para Tel Aviv, se trata de un “despertar”
y de un “tumulto”, una “revuelta”, que viene a originar el caos social en la
región. Cabe señalar que las revoluciones árabes no son ni un despertar ni una
revuelta. Los árabes no estaban dormidos esperando que la democracia llegara
por iluminación divina y de hecho, le dieron la bienvenida al siglo en curso
con movilizaciones tales como la segunda intifada en Palestina, las
movilizaciones en contra de la invasión a Iraq, las huelgas de mineros y
trabajadores en Túnez, la aparición del movimiento Kefaya en Palestina, la
serie de argumentos para refutar las tesis jihadistas del hoy oficialmente
difunto Osama Bin Laden y la serie de esfuerzos teóricos entre intelectuales
para refutar las ideas de racismo, discriminación y orientalismo perpetratadas
por la obra del Choque de civilizaciones de Huntington entre las que se
encuentran Obras de autores de renombre tales como M. Arkoun, H. Dabashi o
Abdel Salam Yasin. Con esto Israel, como actor preocupado por el avance de la
democracia en Oriente Medio (simplemente por el hecho de que dejaría de ser la
única democracia en la región) sigue haciendo uso de mecanismos de marketing
político para manipular imágenes del otro a su favor, a favor de la
colonización que sigue promoviendo con actitudes como la detención detención
y el encarcelamiento que, en palabras de Luz Gómez, son armas de la
colonización porque pretenden deconstruir el sujeto político palestino y
desposeerlo de su capacidad de resistencia. Solo algunos datos al respecto: más del 20% de la población de los Territorios
Ocupados ha pasado por la cárcel, más del 40% en el caso de los varones; no hay
familia palestina que no haya tenido a alguno de sus miembros en prisión.2) La
cárcel no tiene otro fin que la represión. El objetivo de los interrogatorios
no es recabar información, sino anular al individuo. 3) Por eso las
huelgas de hambre son importantes, sumamente importantes, puesto que la huelga
de hambre de los presos palestinos obliga al carcelero a contar los días y a
tomar conciencia del cuerpo del prisionero; afirma al individuo en su mismidad
y por ello es un instrumento de lucha política. 4) Por el activismo
político palestino en las cárceles israelíes, la nueva Intifada lleva dos años
gestándose pues de ellas han salido las iniciativas más genuinas de
reconciliación intrapalestinas y de ellas saldrá, como en 2000, el llamamiento
a la nueva sublevación. 5) En la cárcel está el Nelson Mandela que
necesita Palestina: Marwan Barghouti, capaz de conciliar a las bases de Fatah y
Hamas. Barghouti es visto con reticencia por las cúpulas de ambas
organizaciones. 6) Racismo y colonialismo se mezclan en el proyecto
de dominación israelí.
En el
caso de Estados Unidos estas manifestaciones son de carácter democrático,
aunque algunas más que otras. Libia más que Bahrein, Egipto más que Arabia
Saudí, Siria más que cualquier otro. Pero en este juego de hipocresía, el
gobierno de Obama ha pagado un precio alto no solo por la pérdida de
popularidad que las encuestas del día de hoy revelan, sino por la incapacidad
de cumplir con las expectativas en la región si recordamos el discurso que
ofreció en Cairo a la élite intelectual y política de aquel país en abril de
2009 cuando dijo que la situación de los palestinos era intolerable, mientras
hoy de manera hipócrita quita presupuesto a la UNESCO por admitir a Palestina como Estado miembro y
niega dicho status ante la ONU por presiones isrealíes.
Lengua y geopolítica
En
este contexto de hipocresía política, es claro que Irán no va a atacar a nadie
y que no plantea la construcción de una bomba para garantizar la existencia de
su régimen. La historia nos ha mostrado que una bomba nuclear no garantiza la
estabilidad de ningún régimen (y podemos voltear a ver claramente lo que pasó
con la Unión Soviética) y que tampoco un programa de enriquecimiento de uranio
al 20% pone en riesgo la seguridad internacional puesto que hay países como
Japón, Canadá o Brasil que cuentan con dicha tecnología y nadie los acusa de
querer construir un artefacto de dichas dimensiones.
Diversos
informes de inteligencia de EEEUU han dicho en más de una ocasión que Irán no
cuenta con un programa para construir un arma nuclear y que, incluso , de
pretender hacerlo, todavía está lejos de conseguirlo ante la falta de un
enriquecimiento a 90% y la falta de sistemas de entrega de la misma bomba. Y
aunque Irán podría hacerse de dicha tecnología invirtiendo en centrifugadoras y
comprando dichos sistemas a Corea del Norte, es claro que, hasta el momento,
Teherán no aboga por la construcción de armas de destrucción en masa (armas
químicas o biológicas) a pesar de tener la capacidad de hacerlo.
Así,
con el uso en el vocabulario israelí para referirse al tema con términos
como “bombing”, o “attack”, Israel
pretende ejercer presión a Irán y amenazarlo de una intervención militar. Nadie
habla de invasión, definición que implica otra estrategia militar más
complicada, arriesgada y con menos probabilidades de éxito que un ataque aéreo “inteligente”
a las instalaciones nucleares de Irán. Sin embargo, aunque el lenguaje usado
por Estados Unidos habla sobre la posibilidad de usar todas las opciones que
“están sobre la mesa”, la opción militar prevalece como la más peligrosa para
Estados Unidos e Irán puesto que de hacerlo, Irán inmediatamente sacaría
cualquier tipo de inspección en su país (cámaras, científicos de la AIEA,
científicos observadores) y entonces ahora si, Occidente no tendría acceso a
ningún tipo de maniobra estratégica o monitoreo para saber qué es lo que pasa y
no pasa en Irán.
Ante
la opción de agotar la vía diplomática entre Estados Unidos e Irán, Israel ha
escogido la vieja y tradicional fórmula de realizar operaciones encubiertas
para minar lo que ellos consideran la amenaza nuclear y de paso debilitar el
proyecto científico iraní que ha dado excelentes resultados en términos
geopolíticos (aunque la población iraní está totalmente en contra del manejo de
dicho proyecto en el exterior, en otras palabras dicen si a su derecho de
enriquecer uranio pero también dicen si al acercamiento con Occidente.
Las
relaciones entre los tres actores son tensas en medio de la primavera árabe
pero han sido altamente beneficiosas. Han causado el desvío de la atención de
sus ciudadanos en las redes sociales y otros medios de comunicación tal como lo
ha mostrado la campaña de “amor israelí por Irán”, creada por el diseñador
gráfico Ronny
Edry and su esposa Michal Tamir,
quienes usan carteles por Internet para demostrar amor a su vecino regional.
Sin embargo, el discurso de las elites miliarizadas de
Irán e Israel ha surtido efecto incluso en las muestras de afecto entre las
personas vía online. Un ejemplo de esto es que, en la misma campaña de amor,
ciudadanos israelíes usan un vocabulario que incluye la palabra bomba o
bombardear, un término un poco bizarro cuando hablamos de externar amor. Los
carteles dicen literalmente por su traducción del inglés: “Ciudadanos de Irán,
nosotros no bombardearemos su país, los amamos.” En algunos otros el símbolo
del corazón aparece justo debajo de la palabra bomba.
De manera crítica dicha
campaña captó la atención incluso de activistas muy críticos del sistema iraní
tales como Mana Neyestani quien respondió de la misma manera con caricaturas
que muestran afecto
Sin embargo, si leemos
con detenimiento dicha frase, un cierto grado de ironía recorre la mente del
lector ante la observación de la palabra bomba, la cual recuerda que, “si bien
no vamos a bombardearlos, tenemos la capacidad de hacerlo”, o por lo menos, esa
fue la lectura de muchos iraníes quienes respondieron a la campaña israelí de
la misma manera: es decir “Ciudadanos israelíes, nosotros no queremos una bomba, los amamos”, un tanto en el mismo discurso gubernamental
que promueve directamente la no existencia de dicho artefacto.
Los métodos pacifistas
de la sociedad israelí han sido un poco, digamos poco sensibles a la situación
actual. Antes de las declaraciones de amor online, en febrero de 2012, la última
acción de la sociedad civil israelí para evitar una guerra con Irán fue la
movilización en facebook por parte de muchos jóvenes israelíes que expresaron su
sentimiento anti bélicos con Irán por el
simple hecho de que dicho fenómeno podría cancelar el concierto de Madonna ensu país programado para el 29 de mayo (el concierto fue el 31) pidiendo así el
emplazamiento de una eventual guerra para después del concierto.
En sí algo turbia el
mensaje anti guerra al incluir la palabra o la imagen de bomba. Esto recuerda
las penosas imágenes de niños israelíes mandando imágenes de amor a sus vecinos
palestinos a través de misiles y bombas programadas para ejercicios militares brutales
en Gaza, o los bailes de soldados palestinos sobre víctimas libanesas en 2006,
o lo propio con el abuso de poder de las tropas estadounidenses en Iraq durante
los años de la invasión. La campaña, aforunadamente se ha dado cuenta del
vocabulario usado y ha girado inteligentemente a frases más claras y directas
(y por ende más honestas) con sus homólogos iraníes tales como “no a la guerra”.
Reflexiones finales
Irán, EEUU e Israel se
han beneficiado del debate nuclear para al desviar la atención de sus
movimientos sociales.
Una intervención
militar en irán sería catastrófica no solo por la cantidad de víctimas que
causaría dentro y fuera del país sino porque iría en contra de algunos
movimientos que buscan reformas democrátcicas profundas no solo en irán sino en
Israel y otros Estados de la región de Oriente p´roximo al provocar y exhortar
la militarización de sus calles y la poliferación de la violencia y la
represión.
Las negociaciones son
el mejor camino para llegar a un acuerdo en el que Estados Unidos pueda
reconocer el derecho de Irán a enriquecer uranio mientras Teherán acepte los
monitoreos correspondientes. Para esto tendrán que destrabarse las sanciones
poco a poco en tanto dichos mecanismos han lastimado en demasía a la población
iraní y no tanto al gobierno quien, paradójicamente se ha beneficiado de la
salida de empresas extranjeras que laboraban en la proyección, extracción e
industrialización del petróleo para hacerse cargo de la administración de
grande yacimientos de gas y petróleo beneficiándose de los altos precios
internacionales de los mismos.
Israel no podrá actuar
solo militarmente contra Irán. A nivel retórico, el discurso militar ha sido
fenomenal para su nueva política de alianza con Shaul Mofaz y el partido
Kadima, manteniéndose en el poder para gestionar la crisis interna con amenazas
externas, estrategia también usada por Irán ante la demonización de Occidente y
la promoción de la defensa de la revolución ante los poderes extranjeros.