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lunes, 12 de agosto de 2013

El Ejército como actor político en Egipto

María Cecilia Sánchez Sandoval ha elaborado un trabajo sublime sobre el ejército egipcio, haciéndonos un recuento de su historia para entender su papel actual en el Estado egipcio. Aquí les dejamos el documento que vale muchísimo la pena leer antes de voltear a ver de nuevo las noticias sobre Egipto.




Introducción

El Ejército Egipcio ha tomado, desde la época del naserismo, un papel muy importante en la configuración política del país. Como la institución más fuerte en Egipto, además de las funciones esperadas por parte de un ejército convencional, ha tomado bajo su cargo en los últimos 50 años funciones que usualmente pertenecen al Estado o a la inversión privada. Frente a un movimiento inusual y revolucionario como el de la Primavera Árabe, el ejército ha podido capitalizar el poder político construido a través de los años,  para convertirse en el principal actor político y económico de Egipto. En este trabajo, se hará hincapié en que la apropiación de características de Estado por parte del ejército ha sido posible gracias a su posición como la institución más fuerte, eficiente e influyente del país.

Ante los hechos recientes de la Primavera Árabe en el 2011, y la “segunda ola” revolucionaria acaecida en el 2013, la comprensión del poder castrense en Egipto toma una importancia central tanto para académicos como para tomadores de decisiones. Desde el punto de vista académico, un estudio acerca del poder del ejército egipcio contribuye a los análisis actuales acerca del papel que ha desempeñado, y desempeñará, el ejército Egipcio tras la Primavera Árabe. Aporta además información acerca de las características y desarrollo de gobiernos militares en Medio Oriente y América Latina durante la segunda mitad del siglo XX.

 En el caso de los tomadores de decisiones, el presente estudio puede aportar información que se agregue, como un factor de decisión, al debate en torno a la caracterización de los acontecimientos recientes como golpe de Estado o como transición democrática, y al debate acerca de la continuidad en el apoyo económico recibido por el ejército egipcio. La investigación pretende también advertir acerca de las consecuencias, tanto positivas como negativas, de fundamentar el poder político en el ejército. Finalmente, este trabajo podría ser útil para aquellos que participan en los movimientos sociales en Egipto, como una monografía del actor político con el que interactúan.

Para cumplir con el objetivo de analizar la singular posición del ejército egipcio, es necesario conocer cuál ha sido su relación con el poder a partir del final de la monarquía egipcia. En el apartado “Del Naserismo a la Primavera Árabe” se hará un recuento de la historia del ejército desde la revolución en 1952 con la que Gamal Abdel Nasser llegó al poder, hasta la deposición de Hosni Mubarak en el 2011 y el periodo de gobierno militar.
En el apartado siguiente, “El ejército como institución clave en Egipto” se analizará la posición de poder tomada por el ejército en el 2011, y las condiciones que permitieron esta singular acción. Es en esta sección en la que se desarrollará con mayor detenimiento la hipótesis del acceso al poder político por parte del ejército como resultado de una falta de capacidad por parte del Estado para atender las demandas de la población.

El presente estudio tiene un enfoque particularmente histórico debido a su interés en encontrar en el desarrollo de la historia castrense de Egipto, la explicación a la actual situación del ejército en relación con el poder. Los datos son primordialmente cualitativos, y el caso es visto como crítico, debido a la relevancia que la posición del ejército ha tomado en los últimos años. La mayor parte de las fuentes de información empleadas son secundarias: ensayos académicos acerca del tema, libros sobre la historia de Egipto y estudios militares efectuados por especialistas extranjeros. 

Del Naserismo a la Primavera Árabe

Frente a la dominación colonial de Egipto, surgieron dos proyectos: el nacionalismo egipcio y el islamismo. El nacionalismo egipcio se manifestó en la creación de partidos políticos pro nacionalistas y periódicos usados como propaganda. Uno de estos partidos, el Wafd, fue fundado en 1983 y fungió como principal fuerza opositora a occidente. El ala armada de este partido, el Movimiento de Oficiales Libres fundado tras la derrota frente a Israel en 1948, acabó por tomar posiciones enfrentadas al propio partido.
En 1951, el Wafd gobernaba el país “con un programa demasiado débil para aquellos momentos políticos tan delicados” (Azaola 2008) Esto, aunado a la debilidad de la burguesía nacional egipcia y al descontento nacional frente al constante dominio inglés y francés, llevaron a que “el ejército apareciera como la única fuerza organizada ‘capaz de emprender acción decisiva’, tal y como lo señala Gamal Abd al-Naser en su texto base Filosofía de la Revolución(Azaola 2008). Las consecuencias fueron un levantamiento en contra de la presencia británica en Suez, y finalmente, el incendio de El Cairo, que precipitó el golpe militar del 23 de julio de 1952. 

El golpe militar acabó con el reinado de Faruk II, que fue exiliado a Italia, marcando el final  del gobierno monárquico que había sido impuesto por ingleses y franceses.  El nuevo gobierno, con Muhammad Naguib como presidente, no fue monolítico. Al interior, tanto Naguib como Gamal Abdel Nasser y Abdul Hakim Amer jugaban con extrañas relaciones de poder, en las que Naguib era titular, Nasser el ideólogo y líder carismático, y Amer contaba con todo el apoyo militar. Este juego de poder determinaría, poco a poco, la posición del ejército dentro del gobierno egipcio.

En 1954, Nasser toma el poder, erigiéndose como Presidente de Egipto, y nombrando a Amer como comandante en jefe del ejército. En esta época, el poder político del ejército fue en aumento. Durante la presidencia de Nasser, el porcentaje de oficiales militares en el gabinete presidencial fluctuó entre el 32% y el 65% (Tusa 1989). Había además un interés en mostrar al ejército egipcio como moderno y poderoso después de la guerra fallida en contra de Israel en 1948, y de la derrota frente a Israel, Francia y Gran Bretaña en la disputa por el Canal de Suez en 1956. Esto, aunado al fracaso del recién terminado proyecto de unión con Siria, llevó a Egipto a involucrarse en los conflictos civiles de Yemen en 1962. 

Las armas utilizadas en este conflicto provenían de la Unión Soviética. En plena época de la Guerra Fría, Egipto también entró en el juego de influencias entre Estados Unidos y la superpotencia comunista. A pesar del discurso de Nasser en contra de una alineación, y de su participación en las conferencias de Bandung, era necesario tener una milicia fuerte para poder enfrentarse a Israel, y consolidarse como nación libre e independiente. Puesto que no había esperanzas de recibir ayuda por parte de los países occidentales, en 1955 se firma el tratado checo-egipcio, con el que Egipto obtendría armas soviéticas para mejorar su tecnología (Sierra Kobeh 2008). Fue así que comenzó el proceso de fortalecimiento del ejército.

No obstante este proceso, y a pesar de la tecnología y el entrenamiento soviético, Egipto tuvo serios problemas durante su intervención en Yemen. Hacia 1967, la derrota frente a Israel en 1967 y en 1969 hizo obvia la falta de efectividad del ejército egipcio. 12 mil egipcios murieron, y el 80% del armamento terrestre y aéreo fue destrozado (Sierra Kobeh 2008). Con todo y los resultados desalentadores, la Guerra de los Seis Días llevó a una mayor inversión en el ejército como un intento de prevenir nuevas derrotas. Paradójicamente, mientras el poder político de la cúpula militar egipcia aumentaba, por efecto de su importancia en la política exterior del país, y de la inversión recibida, su efectividad militar se veía gravemente disminuida. (Hashim 2013)

Pero no fue la inversión económica la única responsable del crecimiento e el poder político del ejército. La intervención en la guerra civil de Yemen había ya favorecido enormemente a la cúpula del ejército, creando una división muy profunda en lo que ya se perfilaba como un “estado dentro de un estado” (Hashim 2013). A la muerte de Nasser, el ejército no encajaba en clase social alguna y se encontraba polarizado al interior, pero claramente diferenciado del resto de la población. El ejército egipcio, en plena crisis, era la institución más importante del país.

A la muerte de Nasser, el vicepresidente Anwar el-Sadat, recibió la presidencia en medio de un ambiente tenso tanto al interior como al exterior. Aunque Nasser, a diferencia del resto de los mandatarios del movimiento árabe, había logrado conservar su posición como gobernante, no había conseguido evitar la división al interior del ejército (Sierra Kobeh 2008). Esta división se hizo evidente en la oposición entre Sadat y Ali Sabri, vicepresidente de la Unión Socialiasta Árabe (USA), poniendo al recién llegado presidente en una situación difícil.  Las diferencias ideológicas entre ambos parecían irreconciliables. Mientras que Sadat consideraba que el rumbo a seguir era el desmantelamiento progresivo del naserismo, Ali Sabri era un férreo defensor de las políticas socialistas y de nacionalización emprendidas por Nasser en los años 60 (Azaola 2008). Sadat emprendió entonces la tarea de cambiar a los líderes del ejército y a los del partido único, en lo que llamó la “Revolución correctiva” o “Segunda Revolución”, despejando así el camino para llevar a cabo su proyecto económico y diplomático. El Ejército, a pesar del poder adquirido hasta entonces, estaba demasiado dividido como para presentar una resistencia importante a estas medidas, y Sadat supo capitalizar su apoyo entre ciertos sectores de la milicia.


Fuente: www.britannica.com

 Ante la negativa soviética de apoyo para iniciar una guerra de recuperación de la península del Sinaí, Sadat rompió en 1972 el tratado de amistad con la URSS, y consiguió la salida de los técnicos soviéticos en Egipto (Golan 2007). La nueva política exterior estaba orientada hacia países como Arabia Saudí, Jordania y Siria (Azaola 2008) siendo Siria aliado de Egipto durante la guerra del Yom Kipur en 1973.  El resultado de esta guerra es incierto, y su negociación lo es aún más. Suele afirmarse que durante toda la guerra, hubo “intensa actividad diplomática” por parte de las dos superpotencias de la Guerra Fría (Azaola 2008) aunque hay autores que sostienen que fue sólo hasta el final de esta guerra cuando la intervención de Henry A. Kissinger como Secretario de Estado americano, en base a la resolución 338 del Consejo de Seguridad de la ONU fue relevante. (Ashton 2007)

            Este nuevo enfrentamiento, complejo por la cantidad de intereses involucrados, contribuyó también a la formación del ejército egipcio. La negociación de la paz con Israel, el rompimiento de relaciones con la Unión Soviética, y el aparente acercamiento con las potencias de occidente no fueron bien recibidas por todos los oficiales al interior del ejército. Mantener el poder mientras se realizaban cambios tan profundos en la política exterior del gobierno egipcio requirió un fuerte de Sadat sobre el poder político de los oficiales. Para esto, el presidente se valió de una combinación de maniobras políticas de división al interior del ejército y de franca destitución de aquellos oficiales que pudieran erigirse como rivales. Muestra de ello son los casos del comandante en jefe y el jefe de reclutamiento. Justo antes de la guerra de 1973, el comandante en jefe del ejército era el General Ismail, que carecía de ambiciones políticas y obedecía al pie de la letra el mandato de Sadat, y el Jefe de Reclutamiento, Saad al-Shazli, había sido reemplazado por Abd al-Ghani Gamasy, seguidor de Sadat. Era ya obvio que la supervivencia política dependía de la lealtad mostrada hacia el presidente egipcio (Hashim 2013).

Con el discurso del triunfo parcial en la guerra de 1973 vino una época de euforia que duró poco. Los costos del enfrentamiento habían sumergido a la economía egipcia en una peligrosa espiral de deuda, estancamiento e inflación que hacían difícil sostener el programa socialista inciado por Nasser. Ya con mayor firmeza en el poder, Sadat inició el proceso de desmantelamiento progresivo del socialiso y el panarabismo  naseristas conocido como la Infitah, Puertas Abiertas. 

La Infitah era un programa que involucraba cambios en la política interior y exterior del país. A nivel exterior, buscaba un acercamiento con Estados Unidos, mientras que al interior promovía una economía liberal y abierta a la inversión extranjera. El primero de estos dos objetivos se vio favorecido desde la restauración de las relaciones diplomáticas entre El Cairo y Egipto tras la guerra de octubre de 1973, seguida por una serie de acercamientos entre Egipto e Israel que desembocarían en las negociaciones acerca de la desocupación de la península del Sinaí, y el dominio sobre el Canal de Suez. A nivel interior, Sadat declaró el fin de las nacionalizaciones, el sometimiento de la economía egipcia a las leyes del mercado, y la apertura a las inversiones extranjeras. Todo esto con el objetivo de reanimar una economía golpeada por la guerra (Azaola 2008)

De acuerdo con el plan trazado por el FMI, era necesario que se retiraran las subvenciones a un grupo importante de productos de primera necesidad. Las protestas por parte de la gente de a pie ante estas medidas no se hicieron esperar. Cuando las medidas afectaron a los subsidios en el arroz, el azúcar y el gas, se desataron olas de protestas encabezadas por estudiantes, obreros, y las clases más bajas de las ciudades. Las protestas de enero de 1977 alcanzaron tal nivel de violencia que fue claro que la policía no era capaz de contener los disturbios. Así las cosas, Sadat declaró ley marcial y ordenó a Gamasy que interviniera con el Ejército. No obstante, el pacto establecido en 1973 prohibía el uso de la fuerza militar en contra de los civiles. Gamasy se negó entonces a intervenir a menos que Sadat volviera a subsidiar los productos básicos. Sadat, sabiendo lo inestable de su posición, cedió ante la petición del ejército (Hashim 2013). No obstante, pasada la crisis, implementó medidas fuertemente coercitivas en contra de movimientos opuestos al gobierno.

La aparente fuerza política del ejército al enfrentarse así al presidente respondía al antagonismo existente entre Sadat y la milicia tras la ruptura de relaciones con la Unión Soviética. Roto el tratado de amistad y cooperación, el ejército egipcio había perdido su fuente de armas, tecnología y entrenamiento. Era una preocupación fundamental de los oficiales el que, si llegara a darse un nuevo enfrentamiento con Israel, serían vencidos por falta del equipo necesario (Hashim 2013). La falta de un aliado militar intentó solucionarse buscando apoyo de naciones como Alemania y Yugoslavia, pero las armas conseguidas no podían compararse con el flujo armamentista que hasta entonces había recibido Egipto de parte de los soviéticos (Azaola 2008). La solución llegó desde el que hasta entonces había sido enemigo egipcio.

Entre el 5 y el 17 de septiembre de 1978, se llevó a cabo la reunión, en Camp David, del presidente egipcio Sadat y el primer ministro israelí Menahem Begin, en la que se negociaron las condiciones bajo las cuales se haría la paz entre ambos países. El presidente Sadat acudió a la reunión con el apoyo de un ejército que, aunque renuente a tener tratos con Israel y con Estados Unidos, se sabía muy débil y prefería no entrar en una lucha. Resultado de la firma de la paz en marzo de 1979 fue el compromiso estadounidense de otorgar 5000 millones de dólares cada año a ambos países, para contribuir al proceso de paz (Azaola 2008).  A cambio de esto, Egipto, que se había erigido como principal opositor al establecimiento de un Estado Israelí en territorio palestino, fue, paradójicamente, el primer país árabe en reconocer oficialmente a Israel.

Las armas estadounidenses tardaron en llegar, y los oficiales egipcios protestaron al respecto. Las protestas militares, no obstante, eran menos preocupantes para Sadat que el movimiento islamista que se estaba gestando al interior de Egipto. Fueron las fuerzas islamistas, fuertemente reprimidas por Sadat, las que lo asesinaron en 1981, por considerarlo traidor tras el reconocimiento israelí. A su muerte, Hosni Mubarak, ex oficial de la Fuerza Aérea y vicepresidente desde 1975, asumió el poder después de un corto periodo de transición ejercido por Sufi Abu Taleb.

A pesar de que la sucesión se daba tras asesinato del presidente, el país no entró en caos. El ejército asumió con prontitud el control de las calles y suplió rápidamente a aquellos que perecieron en el ataque (Cook 2011). La llegada de Mubarak al poder se vio envuelta en las consecuencias del asesinato del anterior presidente a manos de islamistas radicales. Si bien Mubarak no debió consolidar su poder frente a adversarios políticos importantes, sí que debió implementar fuertes medidas para asegurarse de que la milicia no estuviera infiltrada por islamistas. 

 Los islamistas habían ya conseguido adeptos entre los rangos más bajos del ejército. Provenientes de los estratos sociales más pobres de Egipto, los soldados eran fáciles de convencer por el discurso radical. Después de las reformas económicas emprendidas por Sadat, y tras su regreso de la guerra con Israel, muchos soldados se encontraron con salarios muy bajos en una economía que exigía solvencia económica. Esto, aunado a una disciplina fácilmente redirigida, y a la falta de educación, los convertía en blancos perfectos para los esfuerzos islamistas (A. Hashim 2013). Se implementaron entonces programas de educación para contrarrestar el analfabetismo, y nuevos sistemas de incentivos y pagos.

Entre 1981 y 1987, el segundo hombre más poderoso en Egipto era Abu Ghazala, ministro de defensa de Mubarak. El poder político y el reconocimiento a nivel internacional que consiguió ejerciendo su cargo antagonizaban el poder de Mubarak, quien decidió relevarlo como ministro en lo que sería el principio de un nuevo intento presidencial por mantener a la élite militar fuera del poder político. A cambio de esto, Mubarak permitió al ejército ampliar aún más el poder económico resultante de las industrias bajo dominio militar (A. Hashim 2013). Es bajo el gobierno de Mubarak que el ejército se involucra no sólo en industrias armamentistas, sino incluso en productoras de alimentos y de electrodomésticos. A cambo de dejar su participación en la política, y como medida para asegurar su régimen, Mubarak ofreció al ejército el control sobre una gran variedad de empresas, convirtiéndolo en el principal actor económico del país. 

El control del ejército sobre empresas separadas de lo estrictamente necesario para la milicia no era algo nuevo en Egipto. Ya desde 1970, cuando la economía egipcia estaba sumida en el caos, el ejército había sido elegido para dirigir empresas que producían bienes para el consumo civil. Bajo los auspicios de la Organización Nacional de la Producción (NSPO por sus siglas en inglés), un gran número de empresas fueron confiadas a la disciplina de la organización militar (Gotowicki 1994). Sin embargo, no fue sino hasta el gobierno de Mubarak que el ejército gozó de verdadera libertad para aprovechar las ganancias creadas por estas empresas.

Durante los años noventa, la insurgencia islamista se volvió aún más virulenta. Especialmente en las partes más pobres del país, los movimientos islamistas estaban creando un verdadero estado de caos. Sorpresivamente, no fue el ejército el encargado de hacer frente a este problema. Fiel a la posición que había tomado desde 1977, el ejército se mostraba renuente a participar en actos en contra de su población. Esta característica es definitoria del ejército egipcio, en el que una gran parte de sus soldados se identifican más con el pueblo que con el Estado. Además, no estaba en el interés de Mubarak el exponer a un ejército que probablemente estaba, en sus bases, más a favor del movimiento islamista que del propio Mubarak. La respuesta al problema fue entonces la creación de un órgano independiente y altamente represivo, encargado de acabar con los movimientos islamistas, y una orden al cuerpo policíaco, siempre fiel a Mubarak, de tomar medidas más radicales si eran necesarias.

A la entrada del siglo XXI, el principal problema de Mubarak no era ya el islamismo, sino su deseo de continuar al mando de un país ya profundamente polarizado. Enfermo, y después de haberse reelecto varias veces, había fuertes indicios de que, al terminar su mandato en el 2011, intentaría que su hijo fuera nombrado sucesor suyo. El ejército estaba totalmente en contra de Gamal, hijo de Mubarak, y lo expresó así en repetidas ocasiones (Cambanis 2010), aunque también estaba consciente de que un cambio de gobierno podría quitarles los privilegios que habían adquirido mientras Mubarak estaba a cargo.

El escenario político de Egipto dio un vuelco cuando, el 25 de enero de 2011, los egipcios, animados en parte por el triunfo de la revolución pacífica en Túnez, tomaron las calles de El Cairo y Alejandría, consiguiendo deponer a Mubarak. En este sentido, el ejército jugó un papel central, aún cuando no usó la fuerza. En una revolución, las acciones del ejército son decisivas, sean éstas actuar en contra de la población, declarar neutralidad, o francamente apoyar al movimiento (Chorley 1943).  En el Egipto del 2011, el ejército tomó una posición neutral en un inicio, y más tarde se declaró abiertamente a favor de la deposición de Mubarak.

La Primavera Árabe en Egipto inició una nueva época, en la que el ejército, como actor político fundamental de este país desde el golpe de estado de 1952, jugó un papel clave, desempeñándose como la institución más eficiente para enfrentar una crisis social y política como la acontecida en el 2011. Pero ¿cuáles son los factores que permitieron el paso de un simple ejército al liderazgo, durante un año, de un país completo?

El Ejército como institución clave en Egipto
 
De acuerdo al teniente coronel estadounidense Stephen H. Gotowicki, “se espera que las organizaciones militares tengan una estructura organizacional suficientemente capaz de conducir los asuntos de un Estado, manejar proyectos nacionales, y resolver el caos político.” (Gotowicki 1994) En el caso de Egipto en particular, es claro que el ejército no sólo tiene la estructura suficiente para cumplir con estas funciones, sino que las ha cumplido ya al menos en una ocasión. Esta fuerza política del ejército egipcio tiene sus orígenes, como se ha explicado en el apartado anterior, en una historia de casi sesenta años, en la que el ejército fue adquiriendo poder político y económico en el país.

            La principal causa de esto, es la vulnerabilidad de los gobiernos que subieron al poder durante este periodo. Si bien es cierto que tanto Nasser como Sadat y Mubarak ejercieron un fuerte presidencialismo, también es cierto que los conflictos tanto al interior como al exterior del país ponían en jaque a los tres gobiernos. Ante amenazas como el conflicto permanente entre el mundo árabe, y más tarde la fuerza del movimiento islamista, la respuesta de los tres gobernantes fue fortalecer al ejército. De esta forma, ya desde 1967 era notorio que, “tras la derrota árabe, el Ejército parecía ser la única fuerza capaz de ofrecer una alternativa organizada a la situación que se vivía en Egipto” (Azaola 2008).

            Una característica particularmente notoria de este apoyo en el ejército es que, a pesar de que Egipto posee el segundo ejército más fuerte en el Medio Oriente, éste no haya sido empleado en contra de la población en épocas de conflicto, como ha sido el caso en muchos otros gobiernos fundamentados en el poderío militar. Una posible explicación a esto es la identificación existente entre los mandos bajos del ejército, y las clases bajas dentro de la población. Sin embargo, ante una amenaza tan grave al sistema bajo el cual se habían regido durante tantos años, ¿cómo es que el ejército en el 2011 prefirió deponer a Mubarak, que tantas concesiones económicas les había dado? 

            Es importante recordar que el proyecto de Mubarak era dejar el poder a su hijo Gamal, quien, alejado de la tradición militar de su padre, era visto con recelo por parte del ejército. Cuando las protestas llegaron a las calles, el ejército debió elegir entre apoyar una sucesión dudosa, o capitalizar su fama entre la población como la institución “menos corrupta y más eficiente” (Cambanis 2010), presente durante tiempos de crisis. Y es que Gamal podría traer consigo amenazas serias para los negocios militares. Acompañado de jóvenes empresarios no militares, el ejército leía en su proyecto de gobierno una fuerte amenaza de ser desplazado. La decisión del ejército fue sacrificar a una parte de sí mismo (Mubarak y sus seguidores) para salvar al resto de sí mismo (Al-Azm 2011). Y ocurrió entonces que, paradójicamente, el ejército que había sido financiado por los Estados Unidos para patrullar el área de Medio Oriente, se volvió pieza clave en la deposición de un dictador que hasta ahora se había mantenido en relaciones estables con esta potencia. (Dabashi 2012)

            Fue entonces como el lugar que el ejército había ocupado ante el vacío de poder generado por un Estado ocupado en consolidar su poder acabó rindiendo frutos cuando el ejército verdaderamente asumió el control del gobierno durante un año completo. Mubarak no tuvo el apoyo del ejército frente al pueblo porque tanto él como Nasser y Sadat habían fomentado una institución bastante independiente con respecto al presidente, que contaba además con legitimidad frente al pueblo. Un ejército con el poder suficiente para construir y controlar una carretera desde El Cairo hasta el Mar Rojo, manufacturar estufas y refrigeradores para exportación, y producir incluso aceite de oliva y agua embotellada además de sostener sus funciones como ejército implica una institución de poder inmenso. Institución, además, cercana al pueblo. Cuando los hubo protestas causadas por la falta de pan en el 2008, fue el ejército, desde sus propias panaderías, el encargado de repartir pan a toda la población (Cambanis 2010)

Una vez entregado el poder a la Hermandad Musulmana tras las elecciones en el 2012, el ejército ganó además legitimidad como respetuoso de la democracia. Sin embargo, entregar el poder no es siempre algo tan sencillo. En el 2013, ante las nuevas protestas en contra del gobierno de Mursi, miembro de la otra institución importante de Egipto, el ejército vio la oportunidad de recuperar el poder cedido en el 2012.

Fuente: caracteres.mx

            La deposición de Mursi colocó de nuevo al ejército al frente de Egipto, iniciando un fuerte enfrentamiento entre este “nuevo orden” y el gobierno anterior, que representaba los intereses de la Hermandad Musulmana. “Este enfrentamiento se trata de un canibalismo que tiene su origen en el estado colonial donde ambos actores nacieron como supuestos movimientos contestatarios “al dominio imperialista europeo”. Unos proclamaron lealtad a la nación y otros al Islam, diciendo que en esas ideologías el pueblo egipcio conseguiría la liberación tan anhelada de la intromisión de estructuras coloniales,” (Garduño 2013) cerrando así un círculo en el que, una vez más, los enfrentamientos tiene su raíz en el pasado colonial de Egipto.

            No es posible saber en este momento cuál será el desenlace de la crisis que atraviesa Egipto. Sin embargo, es posible notar cómo la falta de atención por parte de un Estado hacia las demandas sociales de su población, y la creación de una institución fuerte e independiente son dos factores que, combinados, pueden llevar a un desplazamiento del Estado por parte del “estado dentro del estado” creado.



Bibliografía

Al-Azm, Sadik. «Arab Nationalism, Islamism and the Arab Uprisin.» London: London School of Economics, 2011. 14.
Ashton, Nigel. «Introduction: The Cold War in the Middle East.» En The Cold War in the Middle East, de Nigel Ashton. London: Routledge, 2007.
Azaola, Bárbara. Historia del Egipto Contemporáneo. Madrid: Catarata, 2008.
Cambanis, Thanassis. «Succession gives Army a stiff test in Egypt.» The New York Times, 11 de septiembre de 2010.
Chorley, K.C. Armies and the Art of Revolution. Londres: Faber, 1943.
Cook, Steven A. The Stuggle for Egypt From Nasser to Tahrir Square. Oxford: Oxford University Press, 2011.
Dabashi, Hamid. The Arab Spring. The end of postcolonialism. New York: Zed Books, 2012.
Garduño, Moisés. Canibalismo como mecanismo contra revolucionario. 15 de julio de 2013. http://yahanestan.blogspot.mx/2013/07/el-ejercito-egipcio-y-la-hermandad.html (último acceso: 2013 de julio de 16).
Golan, Galia. «The Cold War and the Soviet Attitude towards the Arab-Israeli Conflict.» En The Cold War in the Middle East, de Nigel Ashton, 59-73. London: Routledge, 2007.
Gotowicki, LTC Stephen H. «The Role of the Egyptian Military in Domestic Society.» Foreign Military Studies Office. 1994. http://fmso.leavenworth.army.mil/documents/egypt/egypt.htm (último acceso: 14 de julio de 2013).
Hashim, Ahmed S. The Egyptian Military, Part One: From the Ottomans through Sadat. Journal Essay, NY: Middle East Policy Council, 2013.
Hashim, Ahmed. The Egyptian Military, Part Two: From Mubarak Onward. Journal Essay, NY: Middle East Policy Council, 2013.
Sierra Kobeh, María de Lourdes. El Medio Oriente durante el período de la Guerra Fría: Conflicto global y dinámicas regionales. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, 2008.
Tusa, Francis. The Army and Egypt. London: Brassey's Defence Yearbook, 1989.


1 comentario:

  1. Los militares sociopatas se creen dioses.
    Lo que no admiten, es la responsabilidad de la extrema derecha en la aparición del terrorismo y eso se llama complicidad. (No odies lo que eres odia en lo que te han convertido)
    http://www.aceprensa.com/articles/militares-egipcios-de-guerreros-empresarios/

    Hacen creer a otros gobierno que la única forma de acumular riquezas, lucro y poder; es con practicas de control de la población de los seres humanos, Genocidio, Guerras, sitios a ciudades, Exclusión por la fuerza de territorios y sus recursos asociados. Aborto obligatorio, Infanticidio, Eugenesia. (Son los tontos utiles a quien les van a echar la culpa de todo, mismo Hitler)

    Llegando a su máxima genialidad de control poblacional con el negocio de la salud.
    Reclutando a todo tipo de sociopatas,sicopatas, etc. para darles infraestructura, información, educación (medicos).Todo para maximizar las ganancias. Si tienes dinero buena suerte si no lo tienes mala suerte.

    Si la mayoría de los indigenas han sido exterminados, entonces en tiempo de crisis, a quienes les aplican la política de control poblacional??????????????
    http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/05/25/la-mayor-ventaja-en-una-sociedad-ultracompetitiva-ser-un-sociopata-121455/

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