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jueves, 8 de agosto de 2013

El origen de todos los miedos: Los estereotipos del islam político y los riesgos de la “cruzada” contra el terrorismo



Hoy en el blog publicamos un espléndido estudio  sobre el Islam político y la cruzada contra el terrorismo, elaborado por María José Urzúa, una estudiante de Relaciones Internacionales del ITAM. Que lo disfruten.


 El origen de todos los miedos: Los estereotipos del islam político y los riesgos de la “cruzada” contra el terrorismo


Introducción
Parecería que tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 vivimos en un mundo en el que ha triunfado la visión huntingtoniana de la política global. De acuerdo con Samuel Huntington,
La causa fundamental de conflicto en la nueva fase del mundo no será primordialmente ideológica ni económica. Las grandes divisiones entre la humanidad y la causa de conflicto predominante serán de carácter cultural. Los Estados nación continuarán siendo los actores más poderosos en los asuntos mundiales, pero los principales conflictos de la política global ocurrirán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política mundial.[1]

En respuesta a los ataques perpetuados por Al Qaeda en territorio estadounidense, el entonces presidente George W. Bush declaró la guerra no sólo a aquellos que realizaron los atentados, sino a una lista creciente de organizaciones terroristas y a aquellos que los refugiaban y apoyaban. La gama de organizaciones rápidamente se expandió para incluir a movimientos de islam político sin alcance global y que no operan fuera de su propio contexto, como es el caso de Hamas y Hezbollah.
El presente trabajo se propone analizar qué es el islam político más allá de los reduccionismos occidentales, cuál es el trasfondo de algunos de sus principales movimientos y cuáles son los riesgos de estereotipar a movimientos tan distintos, poniéndoles la etiqueta de enemigo, y de eternizar la “cruzada” contra el terrorismo.
La hipótesis de la investigación es que los movimientos de islam político tienen un trasfondo político, económico, social y cultural que trasciende su esfera militar, que Al Qaeda es un caso excepcional con base en el cual no se puede juzgar al islam político, y que la tendencia a estereotipar a estos movimientos y al mundo árabe en general, perpetuando indefinidamente la lucha contra el terrorismo, acarrea grandes riesgos para la comunidad internacional.
La estructura del trabajo es la siguiente: en primer lugar, se mencionará cómo ha cambiado el mundo a partir del 11 de septiembre, específicamente a partir de la declaración de la guerra contra el terrorismo. En seguida se estudiará qué es un movimiento de islam político, en miras de entender mejor al supuesto “gran enemigo del mundo occidental”. A continuación se analizarán los casos específicos de cuatro movimientos muy controversiales: Al Qaeda, Hamas, Hezbollah y el Talibán, así como las diferencias entre ellos. Por último, se llevará a cabo una reflexión acerca de las implicaciones y los riesgos de reducir el mundo a blancos y negros, según el arbitrio de un solo hegemón.
¿Ha triunfado inevitablemente la visión del mundo de Samuel Huntington? Es ésta una de las grandes disyuntivas de nuestros tiempos, y la principal motivación de este trabajo.

El mundo después del 11 de septiembre

Tras los atentados en territorio estadounidense, Estados Unidos no dudó en rápidamente invocar su derecho a la legítima defensa, amparándose en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas[2], e invadió Afganistán con el apoyo de los demás países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en octubre de 2001.[3]
En el marco de estos acontecimientos se aprobaron resoluciones como la 1373 (2001) en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Dicha resolución insta a la comunidad internacional a instrumentar medidas para combatir el uso del terror en las relaciones internacionales.
Llama la atención que de manera contundente la resolución 1373 considera todo acto terrorista como una amenaza a la paz y la seguridad internacionales. El problema con esta postura es de importancia nodal, toda vez que todavía no existe una definición universalmente aceptada sobre lo que constituye el terrorismo.[4]

La incertidumbre acerca de quién es un terrorista ha provocado que toda clase de movimientos puedan ser englobados dentro de la misma categoría, a pesar de no tener nada en común entre sí. Ha sido, además, fuente de diversos abusos por parte de aquellas naciones que se consideran a sí mismas con la suficiente autoridad moral para discernir quiénes son los terroristas. Cabe destacar, a manera de ejemplo, la designación arbitraria que George W. Bush hizo del “el eje del mal”, integrado por Irán, Iraq y Corea del Norte, el cual, según sus propios criterios, es el principal promotor del terrorismo en el mundo.
El que tras los atentados del 11 de septiembre, diversos movimientos de islam político, ajenos a los acontecimientos, fueran designados enemigos de Estados Unidos y, por consiguiente, de sus aliados, se debe al poder de los estereotipos y las simplificaciones que sirvieron como fundamento de la nueva “cruzada”. La noción de que todos aquellos clasificados como “terroristas” comparten una especie de “código de ética terrorista” y trabajan por un trascendente “objetivo terrorista” se suma a las ya de por sí intrincadas ideas orientalistas acerca de “la mentalidad musulmana” y la “naturaleza del Islam”. El resultado ha sido la concepción popular de que existe un enemigo malvado y monolítico encarnado en el musulmán, lo cual supone un grave retroceso para las relaciones interculturales, una actitud riesgosa para el mantenimiento de la paz internacional, y un menoscabo de la dignidad de todos los musulmanes.

El islam político: Más allá de las simplificaciones

En Occidente se tiende a realizar enormes simplificaciones al hablar del islam político, especialmente a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre. Destacan el afirmar que es monolítico y que es inherentemente violento. ¿Qué es en realidad el islam político? De acuerdo con el politólogo Guilian Denoueux, es la “forma de instrumentalización del islam llevada a cabo por individuos, grupos y organizaciones que persiguen objetivos políticos. Provee de respuestas políticas a los retos de las sociedades actuales imaginando un futuro cuyos pilares fundacionales se encuentran en conceptos de la tradición islámica.”[5]
Esta reapropiación utópica del pasado, la cual se realiza en torno a una edad de oro islámica idealizada, arma a los islamistas políticos con una herramienta ideológica poderosa. Además, utilizan el vocabulario religioso del islam con fines políticos, y emplean a las mezquitas y a otras instituciones ad hoc como medios para transmitir sus mensajes políticos.
La preocupación de los movimientos de islam político por instaurar un Estado islámico se limita en la práctica a intentar islamizar los Estados musulmanes ya existentes. Sólo una pequeña minoría de los islamistas políticos consideran que la creación de un solo califato islámico es posible y deseable. Estos movimientos no se limitan a una propuesta política, sino que tienen también una rama social, político/económica y militar.
La popularidad de los movimientos de islam político ha incrementado debido a que las élites gobernantes poscoloniales no han cumplido con sus promesas de desarrollo económico, participación política y respeto a la dignidad humana. En la medida en que su legitimidad ha ido en picada, muchos regímenes poscoloniales se han vuelto autoritarios y represivos para lograr mantenerse en el poder. El intento por suprimir violentamente a los movimientos de islam político ha llevado a algunos de ellos a actuar clandestinamente y a perpetuar actos de violencia en contra del régimen represor.
No existen dos movimientos de islam político iguales porque todos se encuentran determinados por el contexto político, económico y social en el que operan. Sin embargo, los movimientos yihadistas violentos constituyen una diminuta minoría. El 11 de septiembre los volvió el principal foco de atención, pero la realidad es que no son representativos de la gran mayoría de los movimientos de Islam político, los cuales operan pacíficamente realizando actividad política en nombre del Islam. Tal es el caso, por ejemplo, de los Hermanos Musulmanes en Egipto, quienes constituyen una fuerza política importante en el país y han accedido a los más altos cargos.
El discurso antiestadounidense y la “cruzada” contra la cristiandad

¿Tienden los movimientos de islam político a tener un discurso antioccidental? Sería erróneo el negar que existe una tendencia por parte de estos movimientos a manifestarse en contra de Occidente y, particularmente, en contra de Estados Unidos, a quien se identifica como su líder. Además, su resistencia adquiere el carácter de “cruzada”, reviviendo las rivalidades históricas entre el islam y la cristiandad.
Dicho discurso tiene su origen, en gran parte, en el apoyo de las potencias occidentales a regímenes opresivos y autoritarios en Oriente Medio. Resulta lógico que ello derive en que el enojo de los movimientos de islam político en contra de sus gobernantes sea canalizado también en contra de las potencias occidentales, y especialmente en contra de Estados Unidos.
Cabe notar que está siempre presente la memoria histórica. No debemos perder de vista que,
De todas las civilizaciones existente en el mundo, únicamente la civilización islámica fue una fuente directa de conocimiento para Occidente, y de todas las civilizaciones del Este, solamente el imperio islámico reinó en partes de Europa. El reciente dominio de Occidente sobre las sociedades musulmanes ha sido por ello particularmente doloroso para los musulmanes.[6]

La mayoría de los islamistas políticos creen que, si los musulmanes pudieran retornar al idealizado modelo de la edad de oro del Islam, entonces la relación de Oriente Medio con Occidente sería una relación de igualdad y no de subordinación. Muchos de estos agravios relacionados con la búsqueda de igualdad y dignidad se conjugan en la cuestión Israel-Palestina.
Por un lado, para los musulmanes fue agonizante el mirar la implantación de un cuerpo extraño en el corazón del mundo árabe. […] Además, para los musulmanes creyentes, la afrenta terminó por constituirse cuando Jerusalén, el segundo lugar más sagrado para el islam, fue ocupado en 1967. […] No es coincidencia que la mayoría de los movimientos neofundamentalistas islámicos en el mundo árabe hayan florecido después de la Guerra de los Seis Días de 1967. La idea era que si los israelíes podían triunfar debido a la ardiente adherencia a su fe, los musulmanes serían aún más victoriosos de adherirse fervientemente a su propia religión.[7]
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Casi todos los musulmanes se  identifican a sí mismos como palestinos en potencia, como los extranjeros en su propia tierra que pudieron ser desterrados y deshonrados impunemente. La ocupación de Iraq por parte de Estados Unidos ha alimentado el enojo musulmán hacia este país, dado que ha sido considerada como una guerra injustificada, contraria al derecho internacional, y con el único propósito de hacerse del petróleo del Golfo Pérsico y consolidar la hegemonía estadounidense en la región.

Al Qaeda: La excepción, no la regla

Los movimientos extremistas, a los cuales se les identifica como yihadistas, justifican al terrorismo como la única manera de superar la asimetría de poder entre musulmanes y Occidente. Promoviendo el terrorismo bajo una definición pervertida del yihad (el movimiento interno y/o externo para proteger la fe musulmana), buscan instaurar una forma de gobierno de base islámica a través de la vía armada. A diferencia de los movimientos de islam político, carecen del apoyo popular y de una agenda política, económica, social y cultural. Son estos movimientos los que han logrado hacer que el islam político parezca monolítico y sumamente peligroso a ojos de Occidente. Sin embargo, los movimientos extremistas violentos y transnacionales son la excepción, no la regla, en cuanto a la acción política llevada a cabo en nombre del islam.
El movimiento yihadista por excelencia es Al Qaeda. Al Qaeda fue creado en 1989 por su líder Osama Bin Laden, tras haber colaborado con la Central Intelligence Agency (CIA) para expulsar a los soviéticos de Afganistán. Cuando en 1989, después de diez años de ocupación, la URSS abandonó Afganistán, los muyahidines afganos, organización creada por la CIA, se deslindaron de Estados Unidos y se cambiaron el nombre a talibanes, pretendiendo establecer un Estado islámico donde ellos serían los gobernantes legítimos. Asimismo, Osama Bin Laden se deslindó de los talibanes y volvió a su país de origen, Arabia Saudí. Originalmente creó Al Qaeda en respuesta a la presencia de bases militares estadounidenses en su país.[8] Caracterizándose por su discurso y actuación violenta, antioccidental y transnacional, se convirtió en el baluarte de los movimientos yihadistas y, a partir de 2001, de la “cruzada” contra el terrorismo.
Al Qaeda carece de una ideología y de una agenda, y logra sostenerse a través de una narrativa.
La primera parte de la narrativa es el sufrimiento de la umma, que es una umma virtual: todos los crímenes cometidos en contra de los musulmanes en cualquier parte del mundo son colocados al mismo nivel. […] La segunda parte de la narrativa se centra en el individuo, quien repentinamente tiene la oportunidad de convertirse en un héroe y vengar los sufrimientos de su comunidad. […] La tercera parte de la narrativa es la dimensión religiosa: el yihad es un deber personal, la protección de la umma la llevan a cabo unos pocos héroes devotos, y la salvación se alcanza a través del sacrificio y la muerte. […] La cuarta y última parte de la narrativa es menos religiosa: es la representación de la lucha en contra del orden mundial. Al Qaeda parecería ser la única organización actualmente efectiva en confrontar “la maldad” de Occidente.[9]

Osama Bin Laden encajaba perfectamente con la tradición occidental de estereotipar y vilificar. Violento militante y en extremo devoto, él y sus hombres residían en cavernas, portaban turbantes y barbas largas, y la atrocidad de sus actos no indicaba ningún programa discernible más allá del rechazo a Occidente. Bin Laden se convirtió fácilmente en el ícono de la “misión” occidental del siglo XXI: acabar con el terrorismo en Oriente Medio, y llevar democracia, secularización y libre mercado a la región, haciendo caso omiso de que Al Qaeda no es de ninguna manera representativo del islam político ni, mucho menos, del mundo árabe.

Hamas y Hezbollah: Movimientos de causas profundas

Estos dos movimientos de islam político son catalogados por la Secretaría de Estado de Estados Unidos como Foreign Terrorist Organizations, término con el que también se denomina a Al Qaeda. A pesar de que es cierto que estos movimientos se encuentran en la difusa línea entre la violencia y la no violencia, supone un enorme reduccionismo el colocarlos dentro de la misma canasta que a Al Qaeda. A diferencia de esta organización, los actos violentos que han realizado se encuentran dentro de un contexto específico, como medio para consolidar un proyecto político y social.
Hezbollah surgió durante la guerra civil de Líbano, en la cual se enfrentaron facciones de diferentes confesiones. El conflicto tuvo su origen en 1975, cuando una comunidad de palestinos huyó de Jordania a Líbano tras las matanzas de septiembre negro, incitando a libaneses a apoyar la causa palestina. Los libaneses se dividieron en dos bandos: por un lado, el Partido Socialista Progresista (PSP), conformado por musulmanes sunna y shia que pretendían atacar a Israel desde el sur de Líbano; por el otro, el Frente Falange, integrado por cristianos en contra del apoyo libanés a Palestina.
La guerra civil se prolongaría hasta 1990, y la intervención de Israel en Líbano iniciada en 1987 no cesaría sino hasta el año 2000. Hezbollah, representando a la shia del sur de Líbano, se separaría del PSP en 1987. Su popularidad se consolidó durante los años de la ocupación israelí debido a la constante guerrilla que lideró en contra de los invasores.
El retiro de las tropas israelíes del territorio libanés en el 2000, así como el freno que en 2006 Hezbollah logró poner a un nuevo intento de incursión israelí en Líbano, le dieron al movimiento gran fuerza en la región. Inclusive, en el año 2006, Hassan Nasrallah, cabeza de Hezbollah, fue nombrado el líder más popular del mundo árabe.[10]
Con el paso del tiempo, Hezbollah ha dejado de ser la milicia radical y clandestina que era en sus inicios para convertirse en uno de los principales partidos políticos shiitas de Líbano; aunque cabe mencionar que mantiene un ala de resistencia militar.
Las concesiones que Hezbollah ha tenido que hacer para participar en el proceso parlamentario han llevado a la organización a diluir su visión fundacional de convertir a Líbano en una entidad islámica. Hoy en día, los líderes de Hezbollah expresan abiertamente su compromiso con la política parlamentaria y aceptan la realidad de Líbano como una entidad multiconfesional, mientras recalcan su papel como grupo de presión islámico dentro de la misma.[11]

Por otra parte, Hamas es el movimiento de la resistencia islámica, el cual surgió en Palestina en 1987, mismo año del nacimiento de Hezbollah, en el marco de la primera intifada, también conocida como guerra de las piedras”. Hamas es el ala política de los Hermanos Musulmanes Palestinos, y fue creado para luchar en la sublevación en contra de la ocupación de Israel del territorio palestino.
Hamas ha consolidado su popularidad entre el pueblo palestino en gran medida debido a la perdida de legitimidad de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), que más tarde pasaría a constituir la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Dicha pérdida de legitimidad se debe al fracaso de los Acuerdos de Oslo de 1993, con los cuales el líder de la OLP, Yassir Arafat, mediante la mediación de Estados Unidos, reconoció a Israel a cambio del reconocimiento de la OLP y la ANP, dividiendo así a la resistencia palestina. Además, la corrupción e ineficiencia de la ANP, así como su incapacidad para proveer de seguridad social al pueblo palestino, han provocado que Hamas cuente cada vez con más apoyo.
Las redes de Hamas que buscan brindar a los palestinos los servicios más básicos, especialmente en zonas conflictivas como Gaza y los campos sobrepoblados de refugiados, se han vuelto un sustituto de la autoridad supuestamente legítima.
Hamas también ha desarrollado una rama militar, especialmente en Gaza, la cual ha perpetuado ataques en contra de los asentamientos judíos. A partir de 2001, con el inicio de la segunda intifada, militantes de Hamas han llevado a término misiones suicidas en Israel y en los territorios ocupados. A pesar de que dichos ataques son barbáricos e inaceptables, no se debe perder de vista que las acciones violentas llevadas a cabo por Hamas han sido realizadas dentro de un contexto de ocupación y de creciente desesperación dadas las degradantes condiciones políticas, económicas y sociales en las que vive el pueblo palestino.
Hamas y Hezbollah se distinguen terminantemente de Al Qaeda y otros movimientos transnacionales yihadistas que perpetúan violencia indiscriminada debido a que son movilizaciones con una agenda política, económica, social y cultural, en las cuales la rama militar no es más que una arista que existe para defender causas profundas y complejas, en momentos en los que la violencia parece la única salida. Además, la actividad violenta que han llevado a cabo ha sido siempre dentro de una estricta territorialidad y en contra de objetivos específicos que los movimientos consideran como obstáculos para proteger a su pueblo y a su territorio. Cabe subrayar que, a pesar del apoyo público y decisivo de Estados Unidos a Israel, ni Hamas ni Hezbollah han perpetuado nunca ataques en contra de ciudadanos norteamericanos o en territorio estadounidense.

El paradójico caso del Talibán

Los talibanes surgieron en 1979 bajo el nombre de muyahidines afganos. Fueron conformados por la CIA con la misión de expulsar a los invasores soviéticos de Afganistán, para lo cual recibieron ayuda de Osama Bin Laden, enviado de la agencia. Cuando la URSS finalmente abandonó Afganistán en 1989, los muyahidines se deslindaron de Estados Unidos y de Bin Laden, y adoptaron el nombre de talibanes. El objetivo del movimiento se volvió conformar un Estado islámico bajo el gobierno del Talibán, de carácter sumamente radical.
La ONU no reconoce a los talibanes como los gobernantes legítimos de Afganistán. Sin embargo, de 1994 a 2001 prevaleció un acuerdo entre la ONU y los talibanes, por el cual la Organización reconocería a los talibanes como líderes políticos a cambio de que erradicaran la producción de droga en el país, actividad que constituye su principal sustento. El acuerdo se vio mermado por la invasión a Afganistán en 2001.[12]
La justificación para dicha invasión fue que, con el retiro de las fuerzas soviéticas de Afganistán, Al-Qaeda encontró en este país una base ideal de operaciones.
Mientras que el ultraconservador Talibán lograba el control de un Afganistán en caos, Al Qaeda pudo establecer un Estado dentro de un Estado. La misión mesiánica de Al Qaeda ha sido acuñada en términos universales, pero de haber estado divorciada de su contexto afgano, no se habría consolidado como se consolidó.[13]

El 4 de octubre de 2011, tan sólo un mes después de los atentados del 11 de septiembre, el gobierno británico dio a conocer un estudio que mostraba los estrechos lazos entre Al Qaeda y el gobierno de facto de Afganistán.
Los talibanes, en su condición de beligerantes que controlaban una parte del territorio del Estado, eran sujetos del derecho internacional. Aunque los atentados no se les puedan atribuir en un sentido técnico jurídico, su complicidad en los ataques los hace susceptibles de convertirse en sujetos pasivos de una reacción de legítima defensa que tenga por objetivo impedir la continuidad de los atentados contra territorio norteamericano.[14]

Días después, el 7 de octubre de 2001, Estados Unidos y Gran Bretaña dieron inicio a la operación aérea y terrestre Enduring Freedom en Afganistán. Ambos países notificaron al Consejo de Seguridad que la operación se realizaba en ejercicio de la legítima defensa individual y colectiva tras los atentados terroristas del mes anterior, en conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Por tanto, la invasión se completó conforme a lo establecido por el derecho internacional.
El objetivo declarado de la invasión era encontrar a Osama Bin Laden y a otros dirigentes de Al Qaeda para llevarlos a juicio, así  como derrocar al talibán mulá Omar, líder político del país, quien apoyaba y daba refugio a los miembros de Al Qaeda, y que a la fecha se encuentra prófugo.
Hoy en día continúa habiendo fuerzas militares de los países de la OTAN, predominantemente estadounidenses, en Afganistán. Resulta paradójico que, a pesar de los acontecimientos ya relatados, el Talibán no se encuentra en la lista de Foreign Terrorist Organizations (FTOs) del Departamento de Estado de Estados Unidos. Cabe recordar que sólo se necesita cumplir con tres criterios legales para ser incluido en la lista: ser una organización extranjera, llevar a cabo actividades terroristas (no queda claro qué constituye una actividad de tal índole), y que éstas atenten en contra de la seguridad de Estados Unidos o de sus ciudadanos.[15]
¿Por qué Hamas y Hezbollah, que operan en su territorio con cierta legitimidad, y que nunca han perpetuado un ataque en contra de Estados Unidos o de sus ciudadanos, son catalogados como Foreign Terrorist Organizations, mientras que los talibanes, quienes tienen supuestos vínculos con Al Qaeda y son supuestamente la principal razón por la cual Estados Unidos invadió Afganistán, no figuran en la lista?

El origen de todos los miedos

No parece del todo descabellado el afirmar que la “cruzada” contra el terrorismo pueda resultar aún más dañina para los intereses de la comunidad internacional que el terrorismo mismo. A continuación se mencionan algunos de los principales males que tienen como origen la guerra declarada hace ya doce años.

El mundo en blancos y negros
La “cruzada” contra el terrorismo se fundamenta en una concepción del mundo en blancos y negros. Por una parte, se encuentra Occidente, el cual se define según sus principios más afables: el racionalismo, el individualismo, la democracia y la tolerancia (todo ello sin referencia a, por ejemplo, el Holocausto o la última matanza en una escuela estadounidense). En contraposición se cataloga al mundo no occidental como emocional, comunitario, despótico, violento y fundamentalista. Ello no puede mas que generar en las sociedades una percepción del mundo al estilo de Samuel Huntington, en la cual de un lado se encuentran los buenos y del otro los malos, lo cual constituye una seria amenaza al diálogo entre culturas y a la paz internacional.

La prevalencia de los intereses de unos pocos
En el año 2002, durante el West Point Commencement, el presidente Bush indicó que “no sólo los Estados Unidos impondrían el uso de la fuerza unilateral y preventiva donde y cuando eligieran, sino que además la nación castigaría a aquellos que perpetuaran la agresión y el horror, y trabajaría por imponer una claridad moral universal entre el bien y el mal.”[16]

Mientras que no exista una definición consensuada y tipificada de acuerdo con el derecho internacional acerca de qué es terrorismo, cualquiera puede ser catalogado como terrorista. ¿De qué depende a quién se le designa como tal? De los intereses de unos pocos, de aquellas potencias que cuentan con el suficiente poder para imponer a la comunidad internacional sus determinaciones.
La arbitrariedad que ello supone se muestra evidente en la lista de Foreign Terrorist Organizations de la Secretaría de Estado estadounidense, según la cual son organizaciones terroristas Al Qaeda, Hamas, y Hezbollah, pero no el Talibán.
Otro claro ejemplo de dichas inconsistencias es la invasión de Iraq en 2003, al haber decidido Estados Unidos, saltándose la autoridad del Consejo de Seguridad, atacar y eventualmente derrocar al régimen de Saddam Hussein por supuestos vínculos con Al Qaeda y posesión de armas de destrucción masiva, conjeturas que nunca fueron comprobadas. La invasión supuso una clara violación de la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales y  colocó al sistema de seguridad colectiva de la ONU al borde del colapso.

La legítima defensa preventiva
Estados Unidos justificó la invasión a Iraq, claramente contraria al derecho internacional, mediante la doctrina de la legítima defensa preventiva. Ésta tiene su origen en el documento publicado por el gobierno estadounidense en referencia a su estrategia defensiva nacional tras los acontecimientos del 11 de septiembre, el cual se titula National Security Strategy of the United States of America, y es también conocida como la “doctrina Bush”.
La doctrina de la legítima defensa preventiva “no sólo se reserva el derecho a utilizar la fuerza frente a amenazas ‘inminentes’, sino también frente a amenazas ‘latentes’ allí donde se encuentren.”[17]
¿Pueden la ONU y, específicamente, el Consejo de Seguridad mantener la paz y la seguridad internacional si existe la posibilidad de legítimamente atacar a una nación en defensa de una agresión que todavía no ha ocurrido y que podría no ocurrir?
La legítima defensa preventiva no sólo mina la restricción del uso de la fuerza, sino también la restricción de cómo los Estados hacen uso de la misma. Hoy en día los Estados miden la proporcionalidad de acuerdo con los ataques ya ocurridos o por ocurrir. ¿Qué medida puede ser usada para evaluar la proporcionalidad cuando se trata de una amenaza latente?[18]
Sin duda que el relativizar el uso de la fuerza es contrario a los ideales planteados en la Carta de Naciones Unidas, es contrario al derecho internacional, y supone un riesgo para toda la comunidad internacional. La “cruzada” contra el terrorismo es el pretexto perfecto para la aplicación de la doctrina de la legítima defensa preventiva.

El abandono de la seguridad humana
Tras haber finalizado la Guerra Fría, en la década de los noventa, surgió una mayor preocupación por la seguridad humana. Al concentrarse la comunidad internacional en aquellos conflictos que afectan el día a día de las sociedades, como por ejemplo las violaciones a los derechos humanos, el tráfico de armas y de droga, el deterioro medioambiental, y la migración indocumentada, se llegó a la conclusión de que las mayores amenazas a la seguridad tienen como origen la pobreza y la marginación.
Se planteó que la única manera de garantizar la existencia de un entorno seguro es proveer a todos los seres humanos de educación, salud, vivienda y alimentación, y se llevaron a cabo acciones encaminadas a la consecución de estos propósitos.
Sin embargo, el inicio de la “cruzada” contra el terrorismo provocó que se dejara de lado la seguridad humana y que resurgieran las medidas encaminadas a fortalecer la seguridad del Estado. No sólo se abandonaron los esfuerzos por proveer a todo ser humano de una vida digna, sino que además se adoptaron medidas diseñadas para contrarrestar al terrorismo que atentan contra las libertades individuales y los derechos humanos de la sociedad. Tal es el caso de las medidas precautorias para arrestar a sospechosos con base en una presunta culpabilidad, y el espionaje gubernamental de la información personal de los ciudadanos.
La seguridad de las personas es vista, en las condiciones actuales, como un obstáculo a la seguridad del Estado y, por tanto, se le margina. Paradójicamente, la seguridad del Estado es una noción que resurge a partir del 11 de septiembre de 2001 con gran fuerza, pese a que la principal amenaza identificada -el terrorismo- es un acto perpetrado, en principio, por entidades no estatales, casi “invisibles”, ”escurridizas”, y que “están en todas partes”.[19]




¿Lucha sin rostro, lucha sin fin?
Si cualquiera puede ser fácilmente denominado terrorista por los poderes hegemónicos de acuerdo con sus propios intereses, ¿algún día cesará la “cruzada” contra el terrorismo? Parece que nos encontramos embarcados en una lucha interminable contra enemigos diluidos y sin rostro. Mientras tanto, poca atención reciben las condiciones sociales que dan pie a los movimientos violentos, y se pospone la atención a los problemas menos escandalosos, pero sí más prioritarios de la sociedad: la pobreza, la desigualdad, las violaciones a los derechos humanos, el tráfico de personas, drogas y armas, entre otros.

A manera de conclusión

El primer paso que podemos tomar como ciudadanos de a pie para la consecución de un mundo mejor, sin simplificaciones en blancos y negros, sin la guerra y la seguridad internacional a merced de los intereses de unos pocos, y sin el descuido de la seguridad humana, es cuestionarnos los fundamentos de la interminable “cruzada” contra el terrorismo en la que nos encontramos inmersos.
Para ello, resulta indispensable deshacernos de los estereotipos que tanto se nos han inculcado acerca del mundo árabe y, especialmente, acerca de los movimientos de islam político. De lograrlo, no sólo se contribuiría a mermar los conflictos ya mencionados que atañen a toda la comunidad internacional, sino que se daría un gran paso hacia el diálogo y el entendimiento entre civilizaciones, lo cual, a largo plazo, es la única manera de asegurar la seguridad y la paz mundial.
Edward Said menciona en su texto Orientalism que
Filosóficamente, el tipo de lenguaje, pensamiento y visión referido como orientalismo es una forma de realismo radical; cualquiera que emplee el orientalismo, que es el hábito de lidiar con preguntas, objetos, cualidades y regiones denominadas orientales, designará y dará un nombre a aquello de lo que está hablando o pensando, y lo considerará como su realidad inherente. […] Psicológicamente, el orientalismo es una forma de paranoia, el conocimiento de algo diferente al conocimiento histórico ordinario.[20]

Es decir que, para Said, nosotros mismos orientalizamos a Oriente. No habría una identidad oriental sin Occidente, así como tampoco habría una identidad occidental sin Oriente. El orientalismo nos dice mucho de la región catalogada con dicho nombre, puesto que es imposible evitar la interiorización de las características impuestas por el observador, y nos habla mucho también de Occidente mismo, ya que, a fin de cuentas, es al observar al otro que nos observamos a nosotros mismos.
Valdría la pena cuestionarnos si no sucede lo mismo con los movimientos que, con total desconocimiento, Occidente denomina como terroristas. ¿Se ven impulsados a radicalizarse al ser catalogados como radicales? De ser así, resulta todavía más fundamental dejar de imponer una política de blancos y negros.
Parecería que las organizaciones terroristas como Al Qaeda se aprovechan del discurso dominante del choque entre civilizaciones, reflejándosenos como un espejo: “somos lo que dicen que somos, es decir su peor enemigo, y la prueba está no en lo que nosotros hacemos, sino en lo que ustedes dicen que somos…” El aceptar quedarnos con este discurso sería darle el triunfo al desalentador mundo de Huntington, resignándonos a un futuro dominado por el choque entre civilizaciones. La solución parece estar, como siempre, en el diálogo y el entendimiento mutuo.



Bibliografía

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Yazdani, Enayatollah. “U.S. Policy towards the Islamic World.” Turkish Journal of International Relations 7, no. 2 y 3, (verano y otoño 2008): 37-46.



[1] Samuel Huntington, “The Clash of Civilizations?,” Foreign Affairs 72, no. 3, (verano 1993): 22. Traducción libre.
[2] El artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas establece lo siguiente: “ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no afectarán en manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.”
[3] La invasión a Afganistán se estudia más detalle en el apartado “El paradójico caso del Talibán”.
[4] María Cristina Rosas, “¿Cuánto cambió el mundo después del 11 de septiembre?,” en Terrorismo, democracia y seguridad, coord. María Cristina Rosas (Distrito Federal: Universidad Nacional Autónoma de México, 2002), 143.
[5] Mohammed Ayoob, “Political Islam: Image and Reality,” World Policy Journal 21, no. 3, (otoño 2004): 1. Traducción libre.
[6] Nazih Ayubi, Political Islam: Religion and Politics in the Arab World (Londres: Routledge, 1993), 171. Traducción libre.
[7] Ayubi, Political Islam: Religion and Politics,172. Traducción libre.
[8] La explicación del surgimiento de Al Qaeda es una paráfrasis extraída del curso del Dr. Moisés Garduño García, “Medio Oriente”, Instituto Tecnológico Autónomo de México, a 17 de julio de 2013.
[9] Olivier Roy, “Al Qaeda in the West as a Youth Movement: The Power of a Narrative,” Centre for European Policy Studies: Policy Briefs 169, (agosto 2008): 7. Traducción libre.
[10] La explicación de la guerra civil de Líbano es una paráfrasis extraída del curso del Dr. Moisés Garduño García, “Medio Oriente”, Instituto Tecnológico Autónomo de México, a 15 de julio de 2013.
[11] Ayoob, “Political Islam: Image and Reality,” 7. Traducción libre.
[12] La presente explicación acerca de los talibanes es una paráfrasis extraída del curso del Dr. Moisés Garduño García, “Medio Oriente”, Instituto Tecnológico Autónomo de México, a 15 de julio de 2013.
[13] Ayoob, “Political Islam: Image and Reality,” 5. Traducción libre.
[14] Luis Miguel Hinojosa Martínez, “Irak y Afganistán: una comparación desde el derecho internacional,” ARI de Real Instituto Elcano, (2008): 3.
[15] La lista de FTOs y los criterios legales para su designación pueden ser consultados accediendo al siguiente portal: http://www.state.gov/j/ct/rls/other/des/123085.htm. Consultado el 19 de julio de 2013.
[16] Mary Ellen O’Connell, “The Myth of Preemptive Self-Defense,” The American Society of International Law: Task Force Papers, (agosto 2002): 18. Traducción libre.
[17] Hinojosa Martínez, “Irak y Afganistán,” 9.
[18] O’Connell, “Preemptive Self-Defense,” 19. Traducción libre.
[19] Rosas, “¿Cuánto cambió el mundo?,” 135.
[20] Edward Said, Orientalism (Nueva York: Vintage Books, 1979), 72. Traducción libre.

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