No cabe duda en que ha habido un parteaguas en la manera en que los medios de comunicación han transmitido la información de los principales acontecimientos históricos de los últimos diez años. Existe un antes y un después. Un suceso que ha marcado el punto de inflexión en lo que los ciudadanos leemos cotidianamente en la prensa nacional e internacional, es decir, el momento en que los medios de comunicación entraron a cotizarse en la bolsa de valores y el mercado financiero internacional.
La consecuencia de este suceso ha sido que la información, una herramienta libre y plural para comunicar mensajes entre emisores y receptores, ha dejado de ser el vínculo que conectaba diversas realidades de una región con otra para ser simplemente mercancía pura, mercancía que se promocionará de acuerdo con las leyes de la oferta y la demanda de los intereses de los dueños de las grandes corporaciones de noticias que hoy en día dominan la mayor parte del flujo de información que se mueve en nuestros días.
En el momento en que la información se vuelve una mercancía las televisoras, agencias de noticias, periódicos y otros medios de comunicación tradicionales han tenido que comportarse como empresas trasnacionales e iniciar la búsqueda de la mayor ganancia por el menor costo transformando así su misión ética de informar a la gente para pasar a aquella actividad lucrativa de "aparenta informar a la gente", "el rating", "la audiencia", "lo popular". Se inicia la construcción de una "élite infomativa" con sus propios intelectuales, "expertos" y líderes de opinión que marcarán sin duda una tendencia conductual, cultural e intelectual entre el auditorio que, al pasar los años, contará con menos opciones para diversificar sus fuentes de información y formarse una opinión propia.
Hoy en día, solo dos agencias de noticias son las que monopolizan las noticias que nutren a los diversos medios de comunicación a nivel global, Reuters y AP. Esto ha servido para que, por ejemplo, periódicos de gran circulación a nivel mundial, abaraten costos y reduzcan la cantidad y calidad de sus corresponsales de prensa, quienes en gran medida eran el alma de los departamentos de redacción en las sedes centrales de grandes titulares del New York Times, el Boston Globe, entre otros. Actualmente, el corresponsal de prensa no puede hacer una cobertura, en el mejor de los escenarios, de más de diez días, cuando antes solía tomar varios meses para retratar mejor la realidad social a la que se enfrentaba y, por lo tanto, comunicar a detalle la nota que presenciaba. No, hoy en día ya no vale hacer la historia de vida que está fuera del "mercado moral" o del "mercado de las causas", hoy en día vale más "aparentar estar ahí y crear una imagen del oportunismo de haber estado ahí". Un ejemplo, penoso, es la información sobre el número de víctimas a causa de la represión de los gobiernos en el mundo árabe. En Iraq, cuando la invasión de 2003, se solía informar a detalle el número de víctimas por diversos actos insurgentes en contra de la presencia estadounidense en aquel país, (porque las víctimas civiles causadas por las fuerzas estadounidenses no eran cubiertas hasta que llegó Wikileaks), noticia que llegó a ser "la nota de todos los días". Pero ese fue el problema justamente. Como la muerte de víctimas inocentes en Iraq era una "nota de todos los días" dejó de ser atractiva para el "mercado de las ideas", para el "rating" y para los "expertos", quienes preferían hablar de cualquier otra cosa, de una "nueva novedad", que de las muertes en Iraq que "aburrían al auditorio". Lamentablemente, esa fue una misión de los medios, hacer a los receptores que olvidáramos la invasión. Olvidar Gaza, Líbano, Afghanistán, Argelia y hoy en día, olvidar las labores represivas de los ejércitos en Cairo, Bahrein, Siria, Arabia Saudí, Irán. Pero claro, siempre recordando el Holocausto, la derrota de los nazis, el triunfo de la OTAN sobre Qadafi..
Las nuevas tecnologías de la información, principalmente las redes sociales, los teléfonos celulares y los hardwares y softwares libres no se salvan de estas consecuencias. Ciertamente el periodismo independiente ha avanzado mucho en mostrar la "otra cara" de la realidad a través del uso de estas nuevas tecnologías para contrastar con lo impulsado por los "medios de comunicación oficiales", ya sea con el envío de vídeos, poemas, canciones, narraciones, entre otros testimonios, los mensajes de los ciudadanos han llegado a buena parte de la población mundial en sus versiones visuales y verbales teniendo una aceptación inimaginable. Sin embargo, los dueños de dichas redes como facebook o twitter (que han sido las más utilizadas y con las que tenemos mas familiaridad) siguen teniendo una fuerte influencia en la difusión de los contenidos de los perfiles ya que determinan el comportamiento y su tendencia con respecto a la realidad que se informa. Un ejemplo concreto, penoso también, es la cancelación de la cuenta de facebook "todos somos khaled Said" días antes de las protestas en la plaza Tahrir en Cairo el 25 de enero de 2011, cuando los administradores de dicha cuenta habían sido de los primeros en utilizar dichas herramientas informativas para convocar a la gente a hacer huelgas y a tomar las calles por la indignación del asesinato de Khaled Said al ser apaleado por las fuerzas de seguridad egipcias tras denunciar actos de corrupción en un café Internet de su localidad.
Lo cierto es que, si facebook se desconecta en algún momento (cuestión que no ocurrirá en mucho tiempo por las ganancias que genera a sus dueños), la organización del periodismo independiente en lo que hemos presenciado en las calles de la "primavera árabe" seguirá conectada puesto que las redes sociales ya estaban tejidas antes de que la gente tuviera un ordenador o un teléfono celular. Internet en general y facebook y twitter en particular, han sido solo lo que el telegrama fue hace unos años para la gente común, es decir, herramientas de comunicación, y la expansión del espacio de la expresión social. Con esto, se quiere invitar al lector a diversificar sus fuentes de información, al acercarse a otras lenguas, a otros canales de entendimiento y a liberarse de las cortinas de humo de los grandes bombardeos informativos que a diario permean nuestras opiniones y comportamientos. Reclamar la garantía de una vida digna para dedicar tiempo a la crítica y a la información es un derecho que todos tenemos, al tiempo que evitamos caer en la trampa informativa de hacer que "escojamos a nuestro dictador favorito"