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martes, 15 de enero de 2013

¿Primavera pakistaní o golpe de Estado blanco?

Pakistán es un estado que alberga un aproximado de 196 millones de habitantes, que limita con China, India, Irán y Afganistán, con potencial nuclear balístico, y que ha colaborado militarmente con Estados Unidos para labores contra terroristas como la muy conocida, criticada y cuestionada operación contra Osama Bin Laden.

El día de hoy, el religioso Tahir ul-Qadri, doctor en religión islámica que residió en Canadá algunos años, políglota, y discípulo de una escuela liderada por uno de los supuestos descendientes del Profeta Muhammad (Escuela de Abdul Qadir Gilani) ha llamado a un "levantamiento pacífico" desde Lahore hasta Islamabad para derrocar al actual gobierno pakistaní, lo cual puede causar un inside para relacionar dichas manifestaciones con la ola de manifestaciones pacíficas vistas en el mundo árabe desde el año 2011. Sin embargo, en Pakistán hay un componente muy diferente al del resto de las manifestaciones experimentadas en Oriente Medio y el Norte de África, este es, el mismo aparato militar.


Tahir al- Qadri

Y es que el ejército nacional tiene una larga historia de intervenciones y golpes de Estado en Pakistán tal como lo recuerda el golpe de Estado que orquestó en 1999 en contra de Nawaz Sharif, esto para imponer a quien sería el nuevo Presidente, Pervez Musharraf, un militar de carrera cuyo mandato  fue visto como "una oposición a la democracia" por parte de sus opositores liderados por Benazir Bhutto, lider que, al alcanzar el puesto de Primer Ministro en 2007, fue asesinada causando serias sospechas sobre la participación de los altos mandos militares y de inteligencia del Estado en su asesinato.

Pero en estos día,s parece que un escenario golpista no está en los planes del ejército, no al menos de la manera tradicional. Hay serias acusaciones por parte de los cuadros asistentes del Primer Ministro actual, Raja Pervez Ashraf, sobre el presunto respaldo que el mismo ejército ha dado a al-Qadri para movilizar a la gente que se ha visto hoy en una serie de manifestaciones pacíficas (cerca de un millón de personas prometió el clérigo ) y que tienen la intención directa de derrocar al actual gobierno de Asif Ali Zardari, Co-Presidente de la República (junto con su hijo), y viudo de la antes mencionada Benazir Bhutto.

Las acusaciones en contra del gobierno son por corrupción y falta de justicia en la sociedad. De hecho, la Corte Suprema de Justicia del País ha mandado arrestar a Zardari en una muestra de "escucha a la gente", hecho que detrás puede tener un componente golpista de color blanco. A esto, el clérigo ha declarado que "no tiene nexos con los militares" y que "su único compromiso es con la democracia", lo cual hace confabular un discurso con tintes de Islam, paz y democracia que ha encendido en la gente, la cual tiene serias necesidades y preocupaciones económicas y sociales a la par de sus vecinos regionales.



Aunque el discurso de al Qadri presenta a las movilizaciones como una revolución, es muy rápido para avecinar unas manifestaciones al estilo egipcio o tunecino ya que hay fuertes componentes que hacen del "despertar paquistaní" un fenómeno diferente no solo por el presunto respaldo del ejército sino también porque, a diferencia de Egipto, Túnez, Libia o Siria, las movilizaciones paquistaníes han estado lideradas y encabezadas por un discurso religioso que ha tomado la bandera de la democracia y los derehos e las mujeres para vincularse a sí misma con el escenario social y geopolítico de la llamada primavera árabe, todo esto sin atacar al ejército.


Ashqaf Parvez Rayani,  Comandante en jefe del ejército paquistaní.

Y es por esto último que es poco creíble que el discurso de al Qadri pueda tomarse en serio cuando no ve al ejército como el principal responsable de la situación política y económica en la que Pakistán está sumergido, al contrario, no le ataca para resolver el problema de justicia y corrupción que dice querer limpiar y se limita a condenar al presidente y al primer ministro de las preocupaciones sociales y populares. 

En otras palabras, pareciera que el ejército paquistaní no fuera un jugador real en la política nacional y que se redujera simplemente a un espectador que analiza el desarrollo de estas movilizaciones y la respuesta del presidente a éstas, cuando en realidad, más que un espectador, el ejército podría ser el propio patrocinador, jugador y juez de esta situación, sobre todo cuando ha cooperado con los opositores de los gobernantes actuales, ha mantenido el orden y control del armamento nuclear que apunta a la India, principal preocupación regional en términos de seguridad y, no menos importante, ha mantenido la estrategia de cooperación-conflicto-cooperación con el ejército de Estados Unidos, cuyas intervenciones en aquel país han sido ignoradas por la comunidad internacional mientras la ciudadanía muere y se debate entre la tiranía interna y la intervención extranjera, tal como los sirios, los yemeníes y muchos otros ciudadanos alrededor del mundo.

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