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viernes, 28 de octubre de 2011

¿Después de la tempestad viene la calma? El escenario libio tras la muerte de Qadaffi


Mientras Túnez ha experimentado el proceso de las elecciones, con todo y el revuelo político que el triunfo de Partido Nahda (renacimiento) ha causado, Libia y su Consejo Nacional de Transición, ahora al frente de Abdelrahim Elkib se enfrentan a un gran dilema en los próximos años, dilema que no provendrá de las urnas. Saif al Islam. hijo del fallecido Muammar Gaddafi, cuyo paradero se desconoce con certeza, parece tener nexos cercanos con grupos de combatientes en el Sahel, antes leales a la autoridad de su padre.  Agaly Alambo, jefe del Movimiento Nigerino para la Justicia, es uno de ellos en Níger  y perteneciente a una tribu Tuareg con armas y experiencia en combate asimétrico. Un segundo grupo con el que probablemente pueda tener relaciones se compone de africanos que trabajaban y luchaban por Libia (los famosos mercenarios contratados por Qadaffi) quienes pueden obtener beneficios económicos que les compensen su precaria condición de vida en sus países de origen. Un tercer grupo, podría venir de la misma Libia, de las tribus como al-Qaddaffa o Warfa Algarmha, quienes conocen los canales de comunicación en el país y podrían proporcionar información y labores de espionaje. Así, este triángulo preliminar información-armas-mercenarios podría ser el inicio de uno de los lamentables escenarios previsibles a partir de la salida de la OTAN en Libia, siguiendo el destino de la intervención estadounidense en Iraq. Es verdad que la intervención de la OTAN en Libia fue una intervención legitimada por medio del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en las resoluciones SRES1970 y SRES 1973 a diferencia de la nula legitimidad de la iraquí en 2003, y que sin ella la población joven de Libia habría tenido pocas esperanzas de derrocar al dictador por medio de la fuerza que el propio Qaddafi comenzó a usar en contra de ellos de manera fría y bestial por las calles de Tripoli y Bengazi, sin embargo los juegos de poder en Libia quedarán sobre la mesa y la operación de dichos grupos, con Saif al Islam o sin él, tendrán el objetivo de causar inestabilidad política y económica al nuevo gobierno y aliados teniendo como objetivos principalmente las instalaciones de petróleo y agua que empresas transnacionales, principalmente francesas, italianas y británicas comenzarán a explotar en poco tiempo, así como otros objetivos relacionados con el andamiaje económico y de reconstrucción libio.

No es Al Qaeda quien se beneficia de este escenario. Nadie sale beneficiado más que los firmantes de los contratos de reconstrucción y explotación de recursos naturales. Esperemos que la población jóven en Libia pueda cuidar sus recursos con trabajo, independencia y cultura política y civil. Ciertamente la primavera árabe llegó a Libia, pero ahora se le exige pagar el precio de la democracia, y las condiciones internas no favorecen, lamentablemente, una unidad nacional sólida dado el peso de cerca de 140 tribus en el país y las cerca de 50 milicias independientes que han surgido a raíz de los ataques en conjunto contra Qadaffi,quienes armados e inmersos en un estereotipo que gobernó en los últimos meses contra la población negro africana, representan otro reto más para el país en aras de mantener su disciplina, desarmarlos y al mismo tiempo recompensar su esfuerzo contra el dictador.
Turegs, mercenarios, gente de África subsahariana, 140 tríbus de diversas tendencias políticas , intervención armada extranjera, Consejo Nacional de Transición y jóvenes deseosos de contagio democrático son los ingredientes de la primavera árabe en Libia, la cual, después de tempestad, espera la calma, aunque con mucho viento en contra.

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